RENESCRITOS
RENÉ DE LEÓN G.
ANÁLISIS LITERARIO
PROPUESTA PARA EL ANÁLISIS LITERARIO: LOS VALORES HUMANOS, EL VALOR DOCUMENTAL Y EL CARÁCTER COMPROMETIDO.
1. Los valores humanos
En este tema se tratan de examinar los beneficios o enseñanzas que hemos obtenido de la lectura de la obra en cuanto a valores humanos.
Hay que tomar en cuenta una clasificación de valores, por ejemplo, valores morales, valores cívicos, valores espirituales, valores religiosos, valores materiales, valores filosóficos; y también reconocer valores específicos: unión familiar, honor, honra, justicia, libertad, dignidad, amor, fidelidad, perseverancia, respeto, honradez, amistad, tolerancia, bondad, nacionalismo, etc.
Si en una obra se presentan contravalores, al analizar podemos comprender la importancia de los valores que se oponen a los contravalores; por ejemplo, al analizar la injusticia, entenderemos mejor el valor de la justicia.
En el análisis debemos, primero, mencionar los valores humanos que se reflejan en la obra o las enseñanzas que se extraen de la lectura. Luego debemos sustentar cómo se reflejan esos valores en la obra (uno por párrafo). Finalmente, debemos dar una conclusión u opinión.
Al sustentar, se deben explicar y analizar los comportamientos o formas de ser donde se denoten los valores que se señalen.
Ejemplo de un esquema de temas para los párrafos de una redacción: Introducción, valores morales, valores cívicos, valores religiosos, conclusión. Otro esquema puede ser el siguiente: Introducción, la justicia, la honradez, el respeto, el amor, la amistad, conclusión.
2. El valor documental
Aparte del valor literario y de los valores humanos, una obra puede presentar valor o importancia en otros aspectos; por ejemplo, puede servir como documento para conocer una sociedad de determinada época. En este caso se habla de valor documental de la obra, y el mismo puede referirse a lo histórico, lo geográfico, lo social, lo económico, lo científico, lo político, lo psicológico, lo filosófico, lo educativo, lo religioso, lo sociológico, lo artístico, etc.
El valor documental se analiza de la siguiente forma: Primero, mencionamos en qué planos o aspectos la obra nos sirve como documento para conocer la sociedad de determinada época. Luego, sustentamos cómo se refleja el valor documental de la obra en cada plano; ejemplos: en lo geográfico, en lo histórico, en lo social, en lo económico, en lo moral, en lo educativo, en lo político, en lo religioso, etc. (un plano por párrafo). Finalmente, planteamos la conclusión u opinión.
3. El carácter comprometido
El carácter comprometido lo posee la obra en la que el autor se compromete con una ideología (la defiende o la acusa) y así también compromete al lector a adoptar una posición o tomar una actitud frente a lo que le plantea. Esta función social de la literatura es más propia de los períodos clasicistas, dado que en éstos predomina la razón, la reflexión, la investigación, el cuestionamiento.
Los planos en que una obra puede presentar carácter comprometido son los mismos en que la obra puede presentar valor documental, sólo que ahora el autor tiene una intención especial con los contenidos que presenta: los defiende o los acusa para que los lectores lo sepan y para que tomen partido.
Podemos afirmar, sin dudas, que la mayoría de las corrientes literarias y autores desde la segunda mitad del siglo XIX (Realismo y Naturalismo) hasta hoy, han denotado esta preocupación social en la literatura, la cual actualmente se ha convertido en un medio de comunicación de masas con gran poder e influencia en todo el mundo. Los escritores aprovechan este medio para expresar sus insatisfacciones con el mundo o con el medio específico en que viven, para denunciar, para ganar adeptos a determinada posición ideológica, especialmente en campos como la política, la religión, la filosofía y la economía. Hoy son muy pocos los que en literatura cultivan “el arte por el arte”.
El análisis del carácter comprometido implica lo siguiente: en la introducción, mencionar qué planos o ideologías acusa o defiende el autor; en el desarrollo, sustentar cómo se refleja el carácter comprometido en la obra, por ejemplo, en lo político, en lo religioso, en lo económico, en lo moral, en lo social, en lo educativo, en lo filosófico, etc. (un plano, aspecto o ideología por párrafo); al final, establecer nuestra conclusión u opinión.
PROPUESTA PARA EL ANÁLISIS LITERARIO: ANÁLISIS DE LOS PERSONAJES
En este artículo se propone el siguiente enfoque para analizar de manera escrita los personajes de una obra literaria narrativa.
Debemos, primero, determinar cuál es el protagonista (o los protagonistas) de la obra y cuáles son los personajes secundarios. También puede tomarse en cuenta si existe un antagonista, y si aparecen diversos tipos de personajes, por ejemplo: redondos (con varias facetas, con muchas características o cualidades, complejos, completos), planos (personajes tipo, arquetipo o prototipo; con una sola característica, sin complejidad; se construyen alrededor de una idea o de una pasión única) y funcionales (los que no son caracterizados).
1. Protagonista
El análisis del protagonista de una obra puede hacerse, al igual que el análisis de otros temas, de diferentes maneras. Sugerimos el siguiente esquema. Cada subtema debe hacerse en un párrafo y deben sustentarse todas las ideas expuestas.
1.1. Caracterización física
Debemos describir físicamente al protagonista según los rasgos que el autor nos da a través de la obra Si no hay descripción física en la obra, debemos “construir” una descripción basándonos en las acciones y forma de ser del personaje. Debemos sustentar nuestros juicios.
1.2. Caracterización psicológica
Es la descripción espiritual, moral, psicológica; se toman en cuenta sentimientos, pasiones, valores, etc. Cada cualidad debe ser sustentada con las acciones o forma de ser o pensar del personaje.
1.3. Acciones
Narramos brevemente las acciones que realiza el personaje. Para desarrollar este tema, respondemos a la pregunta: ¿Qué hizo? Consideramos sobre todo la acción central y en base a esa acción analizamos los temas que restan: motivos, fines, medios y consecuencias.
1.4. Motivos o móviles
Los motivos son las causas, fuerzas o resortes que impulsan a un personaje a actuar. Los motivos que determinan la conducta de un personaje son muy variados y complejos. Incluyen aspectos biológicos, filosóficos, psicológicos, espirituales, emocionales y racionales; factores pertenecientes al medio físico o social, e incluso fuerzas tan externas y remotas como el destino. El análisis de todos estos elementos merece especial atención; por lo cual preferimos profundizar en ellos en los acápites Determinismo interno (2.6.3.) y Determinismo externo (2.6.4.). Por ahora, se trata sólo de redactar un párrafo en el que debemos explicar de manera general las razones o causas por las que el personaje realiza sus acciones. En este caso respondemos a la pregunta: ¿Por qué lo hizo? Igualmente debemos respaldar con ejemplos nuestras ideas.
1.5. Fines
Son los propósitos o finalidades que persigue el personaje con su actuación. Los fines responden a la pregunta: ¿Para qué lo hizo? Debemos fundamentar nuestros juicios.
1.6. Medios
Son los recursos o instrumentos concretos o abstractos que utiliza el personaje al actuar. Los medios pueden ser de diversa índole; por ejemplo, medios concretos como un arma, el dinero, una máquina, o medios abstractos como la astucia, la inteligencia, el cinismo, la hipocresía. Responden a la pregunta: ¿Con qué lo hizo? Sustentamos con ejemplos de la trama.
1.7. Consecuencias
Son los resultados o efectos de las acciones del personaje, para él y para los demás. Nos preguntamos: ¿Cuáles son las consecuencias de lo que hizo? Tomamos en cuenta las consecuencias positivas y negativas, y fundamentamos nuestros juicios.
2. Personajes secundarios
Debemos seleccionar los personajes secundarios más sobresalientes y desarrollar de cada uno de ellos los siguientes temas: caracterización física, caracterización psicológica y acciones. Cada aspecto se desarrolla y se sustenta en un párrafo.
3. Determinismo interno
Al estudiar los personajes de una obra, tanto los principales como los secundarios, debemos tomar en cuenta si su conducta está determinada desde adentro (determinismo interno) o desde afuera (determinismo externo).
El determinismo interno trata de los factores que desde adentro determinan el comportamiento y la forma de ser de los personajes. Estos factores internos son: la razón, las pasiones, los ideales y (según algunos teóricos) la herencia biológica.
Para desarrollar este tema, después de plantear la introducción, sustentamos cómo estos factores influyen en los personajes (cada factor en un párrafo); para terminar, expresamos una conclusión u opinión personal, que puede ser de síntesis, de generalización o de énfasis en el factor del determinismo interno que tiene más importancia.
4. Determinismo externo
El determinismo externo se refiere a los factores que desde afuera determinan el comportamiento y la forma de ser de los personajes. Éstos factores externos son: el destino, el medio, los demás personajes y la herencia (como ya anotamos, algunos consideran la herencia como elemento del determinismo interno).
Este tema se desarrolla con el mismo procedimiento indicado en el determinismo interno.
René De León G.
AUTOR, GÉNERO, EL PORQUÉ DEL TÍTULO, FUENTES, ASUNTO, VALOR LITERARIO
1. AUTOR
Antes de leer y analizar una obra, debemos averiguar los datos importantes de su autor. El conocimiento de una buena biografía del autor y del marco histórico, geográfico, social, cultural, etc. en que éste se desenvolvió nos ayuda a entender mejor su obra. Al elaborar una biografía, es importante usar varias fuentes, seleccionar los datos pertinentes con seriedad y dar un orden adecuado a esos datos. Podemos ordenar, por ejemplo, de la siguiente manera:
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Nacionalidad, lugar y fecha de nacimiento y muerte (si ha muerto).
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Vida familiar: padres, hijos.
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Lugares donde ha vivido y donde vive (si vive).
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Educación: Estudios primarios, secundarios y universitarios. Profesión, trabajos, aportes sociales o culturales. Ideología, idiosincrasia.
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Producción literaria. Período o corriente literaria en que se ubican sus obras, géneros que cultiva, obras importantes en cada género, características generales de sus obras.
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Importancia y trascendencia de sus obras: influencias recibidas, enseñanzas, influencia en otros autores, premios obtenidos, merecimientos, etc.
2. GÉNERO
La literatura se puede escribir en prosa o en verso; incluso el diálogo, que es el recurso típico de las obras de teatro, se puede expresar en prosa o en verso. Sea en prosa o en verso, la literatura se ha clasificado en tres grupos básicos llamados géneros literarios:
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Género épico o narrativo: poema épico, novela, cuento.
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Género lírico: poesías de diversos tipos (soneto, romance, nocturno, silva, décima, etc.)
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Género dramático o teatro: tragedia, comedia, drama, tragicomedia.
Aparte de estos grupos, ha cobrado especial importancia el género conocido como Ensayo, mas este género, aparte de su carácter artístico, tiene un especial sentido didáctico, por lo que muchos lo ubican en un grupo que denominan géneros didácticos. Si se trata de un ensayo literario, es decir, si el ensayo trabaja con material esencialmente literario (y no religioso, político, económico, por ejemplo), entonces puede considerarse como un cuarto tipo entre los géneros literarios artísticos.
Antes de analizar una obra, es conveniente determinar a qué género literario y subgénero pertenece. Ejemplos: género narrativo, subgénero cuento; género narrativo, novela; género dramático, tragedia; género dramático, comedia.
Según lo anterior, diremos, por ejemplo, que la obra Plenilunio, de Rogelio Sinán, pertenece al género narrativo y al subgénero novela.
3. EL PORQUÉ DEL TÍTULO
Todos los títulos que llevan las obras literarias tienen su razón de ser. El porqué del título va implícito en el argumento que se desarrolla a través de una estructura. Una obra puede llevar un título por una o varias razones. Estas razones pueden encontrarse en el contenido y/o en la forma de la obra. En ocasiones, el autor menciona el título dentro de la obra una o varias veces. El título de la obra puede ser el nombre del protagonista, de otro sujeto, de una cualidad, de un lugar, de un hecho, de un tema cualquiera. A veces los títulos de las obras son simbólicos y tenemos que interpretarlos. La razón del título se descubre, muchas veces, después de una atenta lectura o de varias. En el análisis debemos explicar las razones del título de la obra y sustentar cada razón.
4. FUENTES
Son los antecedentes literarios de una obra; los documentos escritos en que se ha basado el autor para escribir la obra: obras literarias, libros didácticos, crónicas u otras obras históricas, actas, etc.
Ejemplos de fuentes: Dos fuentes importantes para la novela Plenilunio, de Rogelio Sinán, en cuanto a la técnica de los personajes que se rebelan contra su autor, son las obras Seis personajes en busca de autor, de Luigi Pirandello, y Niebla, de Miguel de Unamuno. La fuente esencial de la obra El mejor Alcalde, el Rey, de Lope de Vega, es la Crónica general. La Celestina tiene como fuente principal la obra Pamphilus de amore, escrita en latín en el siglo XII. Los tratados del buldero y del alguacil, de El Lazarillo de Tormes, se inspiran en la obra Il novelito, del italiano Massuccio Salernitano. Para El Quijote, Cervantes toma en cuenta muchas obras anteriores: el Entremés de los romances, El Romancero y las novelas de caballería, las pastoriles y las picarescas. En El sí de las niñas se perciben influencias de La escuela de las madres, de Marivaux, y de La escuela de las mujeres y El avaro, de Molière.
5. ASUNTO
Aspecto real o ficticio en que se ha basado el autor para escribir la obra. Realidad o situación de donde el autor toma el contenido. El asunto es algo que vive en la tradición e influye en el fondo o contenido de la obra. Existen diversos tipos de asuntos, pero todos se refieren a personajes, acción, espacio y tiempo. Los asuntos pueden ser tomados de hechos históricos, hechos cotidianos, situaciones sociales, leyendas, mitos, etc. A veces es difícil determinar el asunto; por ejemplo, cuando éste se basa en la observación y la vivencia del escritor.
“Lo que vive en una tradición propia, ajena a la obra literaria, y va a influir en su contenido, se llama asunto. El asunto está siempre ligado a determinadas figuras, y comprende un período de tiempo. Está, pues, más o menos fijado en el tiempo y en el espacio. …puede decirse que sólo tienen asunto las obras en que se realizan acontecimientos y aparecen figuras, es decir, los dramas, las epopeyas, las novelas, las narraciones, etc. En este sentido, una poesía lírica no tiene asunto.” (Kayser, Wolfgang. Interpretación y Análisis de la Obra Literaria, Editorial Gredos, 1970, 71-72).
6. VALOR LITERARIO
Hay diversas razones por las cuales una obra es importante desde el punto de vista literario.
Ejemplos:
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Trascendencia, perduración en el tiempo (carácter clásico).
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Cantidad de ediciones.
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Cantidad y tipos de lectores.
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Habilidades para captar y mantener la atención del lector: originalidad, invención, tensión, etc.
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Profundidad y dominio en el tratamiento del contenido.
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Opiniones de buenos críticos literarios.
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Habilidad y originalidad en el uso del lenguaje y técnicas.
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Estilo del autor o destreza para representar el estilo de una corriente literaria.
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Universalidad del tema o carácter cosmopolita
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Uso adecuado y correcto del lenguaje
ANÁLISIS DE LA ÉPOCA
Al analizar una obra, hay que ubicarla en la época: año, siglo, nombre de la época, período o corriente literaria o artística. La novela Luna verde, de Joaquín Beleño, por ejemplo, fue publicada en 1951, por lo cual se ubica en el siglo XX, Época Contemporánea; la novela Plenilunio, de Sinán, se publicó en 1947, por lo que se localiza en el siglo XX, Época Contemporánea, específicamente en la corriente denominada Vanguardismo.
Siempre debemos ubicar la obra analizada en una de las siguientes épocas, corrientes o períodos literarios:
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Literaturas Orientales de la Edad Antigua: Se inician aproximadamente en el siglo XV A.C.
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Época Clásica Grecolatina: Desde el siglo IX A.C. hasta el siglo V D.C.
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Edad Media: Del siglo V al siglo XV D.C. En España, la E. Media literaria inicia en el siglo X.
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Renacimiento: Durante el siglo XVI. En Italia inicia antes, en el siglo XIII.
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Barroco: Durante el siglo XVII.
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Neoclasicismo: Durante el siglo XVIII.
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Romanticismo: Durante la primera mitad del siglo XIX.
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Realismo y Naturalismo: Durante la segunda mitad del siglo XIX.
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Literatura del siglo XX: Modernismo, Vanguardismo, etc.
También debemos saber ubicarnos en las épocas de la Historia:
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Edad Antigua: Desde el invento de la escritura (aproximadamente hacia el año 4500 A.C.) hasta el año 476 D.C., fecha de la caída del Imperio Romano de Occidente en poder de los bárbaros.
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Edad Media: Desde el 476 D.C. hasta el año 1453 con la caída de Constantinopla en poder de los turcos (según algunos) o hasta el año 1492 con el descubrimiento de América (según otros).
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Edad Moderna: Desde 1453 ó 1492 hasta el año 1789 con la Revolución Francesa.
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Edad Contemporánea: Desde 1789 hasta hoy.
Características de la época literaria
Las características básicas de las diferentes épocas o períodos literarios son los contrastes o dualidades: razón-pasiones, razón-sensibilidad, razón-imaginación, realismo-idealismo, realismo-ficción, realidad-fantasía, material-espiritual, natural-sobrenatural, humano-divino, objetivo-subjetivo, fondo-forma, concreto-abstracto, verosímil-inverosímil, reglas-invención, imitación-genio, humano-divino, terrenal-celestial, arte comprometido-arte puro, claridad formal-confusión formal, lenguaje directo y sencillo-lenguaje indirecto y adornado, carácter racional-carácter mítico, etc.
En la Época Clásica Grecolatina se da un equilibrio entre los planos de todas las dualidades; en el Barroco se da un conflicto ideológico o confusión entre los planos de las dualidades; en la literatura del siglo XX, debido a la gran cantidad de movimientos literarios y tendencias, no se puede establecer un patrón general en cuanto a las dualidades básicas de la literatura. En las demás épocas hay predominio de uno de los dos planos: en algunas épocas (Renacimiento, Neoclasicismo, Realismo) predomina el plano de la razón y los planos afines a éste; por ejemplo, el realismo, lo material, lo objetivo, etc.; en otras épocas (Literaturas orientales, Edad Media, Romanticismo) predomina el plano de la sensibilidad y sus planos afines: las pasiones, la imaginación, el idealismo, lo subjetivo, etc.
Es necesario anotar que las generalizaciones expuestas tienen a veces sus excepciones en determinadas épocas.
Aparte de las dualidades o contrastes, hay otras características típicas de cada uno de los diferentes períodos literarios. Debemos averiguar, además de los contrastes, las otras características de la literatura de la época a la cual pertenece la obra que analizamos.
Al analizar este tema, debemos mencionar las características de la época que se reflejan en la obra. Luego, en el desarrollo del escrito, sustentamos cómo se reflejan las características (una característica por párrafo). Finalmente, en un párrafo aparte, expresamos una conclusión u opinión.
Aquí hemos enfocado principalmente las características comunes o generales de la literatura de la época. Aunque este estudio conlleva considerar muchos aspectos sociales que no podemos desligar de lo literario, consideramos que las características especiales de la sociedad de la época (aspectos políticos, religiosos, económicos, morales, educativos, psicológicos, históricos, geográficos, etc.) deben estudiarse con énfasis especial al analizar los temas valor documental, carácter comprometido y valores humanos.
ARGUMENTO, TEMA CENTRAL, TEMAS SECUNDARIOS, ESPACIO, TIEMPO.
Argumento
El argumento ha sido llamado tradicionalmente fábula; los griegos lo llamaron mito. El argumento es la reproducción breve del contenido de la obra. El resumen del contenido atiende exclusivamente al curso de los acontecimientos… extrae sólo, en forma de relato, lo que es importante para la estructura de la acción (Kayser, 1970, 98). Para obtener un buen argumento, se debe reducir el desarrollo de la acción con la mayor sencillez posible.
Al redactar el argumento, debemos resumir la acción o trama central, tomando sólo en cuenta al protagonista y a los personajes secundarios más importantes. No hay que entrar en acciones secundarias, detalles, descripciones, diálogos, reflexiones. Los buenos argumentos ni siquiera mencionan nombres de personajes, sino que usan nombres genéricos: un hombre, una niña, el abogado, un príncipe, su amigo, la madre. El argumento debe redactarse en un párrafo muy breve, de 5 a 15 líneas. Lo que más ocurre al tratar de redactar un argumento es que obtenemos resúmenes o narraciones de una o más carillas. De esos resúmenes o narraciones extensas, podemos extraer el verdadero argumento.
Leamos el ejemplo de una fábula o argumento (de la obra La Estrella de Sevilla, de Lope de Vega) que presenta Wolfgan Kayser: Un rey se apasiona por una muchacha, pero es humillado por el hermano de ésta. Un noble da al rey su palabra de vengarle, pero sabe luego que el ofensor es su íntimo amigo y futuro cuñado, ya que la muchacha era su propia novia. A pesar de todo cumple su palabra y mata a su amigo. El rey tiene que cumplir la suya, por la que le había prometido la impunidad. Los dos amantes renuncian a su amor (Ibid., 98-99).
Tema central
El tema central o principal es la idea esencial que se extrae o se infiere de la lectura. El tema no siempre es una síntesis del argumento; es el elemento fundamental o idea que predomina a través de toda la obra. Constituye la idea central, lo más importante, y es lo más difícil de determinar. El tema debe reflejarse o estar implícito en todas las partes de la obra, en cada página, en cada capítulo o apartado.
La mayor parte de las veces es difícil determinar el tema y también redactarlo. Se redacta con un sustantivo abstracto (por ejemplo, amor, amistad, justicia, injusticia, miseria, discriminación, etc.), acompañado de modificadores (la gran miseria en que vive un niño africano).
Veamos los temas principales de algunas obras según la autora Martha Fernández de Yácubsohn:
Poema de Mio Cid: “Las virtudes castellanas de un héroe nacional” (Fernández de
Yácubsohn, 1978, 7).
La Celestina: “Las malas artes sutiles y engañosas empleadas por Celestina para
concretar la relación de los jóvenes enamorados” (Ibid., 71).
El Lazarillo de Tormes: “El hambre y los medios de los que se vale el pícaro para
superarla” (Ibid., 102).
El Quijote: “La misión caballeresca y el choque entre realidad y fantasía” (Ibid., 134).
La vida es sueño: “La búsqueda angustiosa para discernir entre realidad y ficción”
(Ibid., 179).
El sí de las niñas: “El casamiento concertado por los padres: la mujer no puede elegir
libremente a su compañero” (Ibid., 201).
Bodas de sangre: “La muerte joven, es decir, la ruptura violenta y prematura del ciclo
vital natural nacimiento-procreación-muerte” (Ibid., 272).
Al analizar, debemos enunciar claramente el tema en la introducción de nuestro escrito; después, en el desarrollo, en varios párrafos, debemos sustentar cómo se refleja el tema a través de toda la obra, en todas sus partes, capítulos, actos, escenas, según sea el tipo de estructura de la obra; para terminar, debemos plantear una conclusión u opinión personal
Temas secundarios
Aparte del tema central, en una obra literaria se reflejan muchos otros temas de importancia secundaria, por ejemplo: el amor, la amistad, la justicia, el honor, la honra, la verdad, la mentira, el odio, la soledad, la sabiduría, el bien, el mal, las pasiones, los ideales, el destino, el sufrimiento, la ansiedad, la esperanza, la soledad, la indigencia, la razón, la alegría, la tristeza, lo sublime, lo grotesco, lo macabro, la muerte, el sufrimiento, la traición, la lealtad, la unión familiar, la valentía, la cobardía, la injusticia, el arrepentimiento, la pertinacia, la duda, la seguridad, el presentimiento, el escarmiento, los vicios, las virtudes, la venganza, la humildad, el soborno, la avaricia, la libertad, el heroísmo, el vandalismo, el caudillismo, los prejuicios sociales, la ilusión, el engaño, la guerra, la paz, etc.
Se deben sustentar los temas que más se reflejan a través de toda la trama de la obra (un tema por párrafo). En este caso habrá que seleccionar una cantidad determinada de temas. Debemos, por supuesto, agregar introducción y conclusión.
Espacio
El espacio es el lugar, medio, ambiente o escenario donde se realizan las acciones.
Para analizar el espacio o escenario de una obra, podemos seguir los siguientes pasos (cada paso se hará en un párrafo):
-
Mencionar el espacio principal y algunos espacios secundarios.
-
Describir el espacio principal.
-
Describir algunos espacios secundarios.
-
Ubicar acciones en el espacio principal.
-
Ubicar acciones en los espacios secundarios.
-
Explicar la importancia general del espacio en la obra.
-
Dar una conclusión u opinión personal sobre el espacio.
Tiempo
El tiempo se refiere a la duración, transcurso y secuencia u orden de las acciones de la obra, esto es, al aspecto cronológico.
Al analizar el tiempo de una obra literaria, podemos dar los siguientes pasos, cada uno en un párrafo:
-
Determinar la duración aproximada de la acción central. Sustentar.
-
Determinar la duración aproximada de las acciones secundarias. Sustentar.
-
Analizar el orden temporal o secuencia cronológica: Aclarar si hay o no secuencia cronológica; sustentar. Decir si se hace uso de la retrospección y de la anticipación; sustentar.
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Analizar cómo transcurre el tiempo a través de la obra: Explicar si el tiempo transcurre rápida o lentamente; sustentar. Referirse a los períodos de tiempo que nos expresa el autor: segundos, minutos, horas, días, semanas, meses, años, siglos; sustentar.
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Analizar el tiempo interno. Aclarar si, además del tiempo externo, existe tiempo interno. Sustentar en qué personajes, cuándo y cómo se manifiesta.
-
Explicar la importancia general del tiempo en la obra.
-
Dar una conclusión u opinión personal sobre el tiempo.
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(Kayser, 1970) Kayser, Wolfgang, Interpretación y A4nálisis de la Obra Literaria, Madrid: España, Editorial Gredos, 1970.
(Fernández de Yácubsohn, 1978), Fernández de Yácubsohn, Martha, Literatura Española, Modelos de Análisis, Buenos Aires: Argentina, Editorial Kapelusz, 1978.
LOS TIPOS DE NARRADORES
El tipo de narrador depende de los ojos y la mente que ven y presentan la acción narrada. Estos ojos y esta mente pueden estar representados por los del propio autor o por los de un personaje (activo o pasivo) de la obra. Quien crea y cuenta la novela es obviamente el autor, pero el narrador (o hablante imaginario) es parte de su creación, es un elemento de la obra literaria. El autor puede presentar la acción narrada desde afuera, sin encarnar en ningún personaje de su obra, o puede ceder la narración a los personajes. La posición adoptada por el narrador frente a los hechos y personajes del autor, condiciona la forma como el autor presenta la acción (en primera, segunda o tercera persona).
De todo lo anterior se desprende que el autor puede narrar su obra desde diferentes puntos de vista, perspectivas, posiciones o enfoques. Puede narrar desde afuera de la obra, objetivamente, a la manera tradicional; en este caso el narrador puede ser omnisciente u observador. También puede narrar desde adentro de la obra al encarnar en uno de sus personajes, o sea, ceder la narración a un personaje; en este caso tenemos un narrador personaje, el cual puede ser un personaje activo (protagonista, autobiográfico, personaje secundario) o un personaje pasivo (narrador testigo).
Tomando en cuenta, pues, la perspectiva que adopte el autor, se presentan los siguientes tipos de narradores:
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Narrador omnisciente: se presenta cuando el autor narra desde afuera, como un dios que lo sabe todo y conoce a sus personajes por fuera y por dentro. Este tipo de narrador utiliza la tercera persona ilimitada.
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Narrador observador: este tipo de narrador también nos cuenta los hechos desde afuera en tercera persona, pero no lo sabe todo como el narrador omnisciente, sino que es un narrador limitado en cuanto a las intimidades de los personajes, por eso se dice que usa la tercera persona limitada.
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Narrador protagonista: en este caso, el autor cede la narración al protagonista de la obra, el cual narra lo que le ocurre a él y a los demás personajes; este narrador utiliza la primera y la tercera personas.
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Narrador autobiográfico: es un narrador protagonista que cuenta fundamentalmente su propia vida o parte de ésta. Narra en primera persona.
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Narrador personaje secundario o Narrador testigo: como su nombre lo indica, se presenta cuando el autor, para narrar la obra, encarna en un personaje secundario que participa de la trama y es testigo de la acción del protagonista y de los demás personajes. Pero puede ocurrir que el narrador sea un mero testigo que, sin participar de la acción, sabe lo ocurrido. El narrador personaje secundario utiliza la primera persona.
-
Se presenta, además, un punto de vista que consiste en que el narrador se dirige a los personajes como si estuviera dentro de ellos, como si fuera su conciencia; para ello utiliza la segunda persona gramatical (tú); este tipo de narrador se conoce como Narrador en segunda persona o Narrador conciencia.
Sobre estos tipos de narradores básicos se dará información más amplia más adelante.
En la novela contemporánea es frecuente el uso fragmentario de la primera persona, a través del recurso denominado monólogo interior o fluir de conciencia, que suele intercalarse con diferentes tipos de narradores. El hecho de mezclar o usar múltiples tipos de narradores en una obra, se denomina orquestación narrativa. Cuando la perspectiva cambia de personaje a personaje, se denomina punto de vista del narrador ambulante.
Existe otro enfoque sobre los tipos de narradores, el cual se basa en cuánto sabe o conoce el narrador con respecto a sus personajes; este enfoque clasifica los narradores en tres tipos: Omnisciente, Equisciente y Deficiente.
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El Narrador Omnisciente es el que sabe más que los personajes y casi lo mismo que el autor. La distancia entre él y el autor es menor que entre el autor y los otros dos tipos de narradores.
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El Narrador Equisciente es el que sabe lo mismo que los personajes. Narra como personaje, por ejemplo, el narrador testigo. Sólo posee la información que tienen los personajes.
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El Narrador Deficiente es el que sabe menos que los personajes. Sólo acota y deja que los personajes se definan.
Cualquier tipo de narrador puede hacer uso de recursos como el diálogo y el monólogo interior para dejar que los personajes se definan por sí mismos, que expresen sus pensamientos y sentimientos.
Para desarrollar este tema, tenemos primero que identificar el tipo de narrador o los tipos de narradores que se presentan en la obra que analizamos. Luego debemos sustentar con ejemplos de la obra que demuestren que es así. La manera más eficaz de comprobar que se presenta determinado tipo de narrador es citando textualmente fragmentos de la obra.
Información ampliada y ejemplificación:
1. Narrador omnisciente
Es el narrador que asume el papel de un dios que lo sabe todo, capaz de analizar las acciones y los pensamientos de sus criaturas, sucesiva y simultáneamente, por fuera y por dentro. Es un narrador visible y omnipresente (Castagnino, Ibid.).
Este tipo de narrador, el más tradicional, es el que se presenta cuando el autor no cede la narración a ningún personaje, sino que narra desde afuera, objetivamente, como un dios que todo lo sabe y conoce a sus personajes por fuera y por dentro. Este narrador utiliza la tercera persona gramatical: él, ella, ellos, ellas. Debido a la omnisciencia del narrador, se dice que usa la tercera persona ilimitada.
El narrador omnisciente presenta los hechos novelescos desde el exterior de la obra; sin embargo, puede adelantar acontecimientos, cimentar los hechos, caracterizar moralmente a los personajes y penetrar en el interior de sus conciencias. Incluso, puede relatar los hechos que ocurrieron en el pasado y a veces conoce el futuro, es decir, sabe de antemano el final del relato y lo que los personajes harán.
Es el prototipo de narrador-dios. A veces este narrador no sólo es omnisciente, sino también omnipresente (está en todas partes). Es decir, el narrador, a pesar de contar desde afuera, es capaz de reproducir los pensamientos o sentimientos de cualquier personaje y de seguir también a cualquiera de ellos a cualquier parte.
El narrador omnisciente cuenta la trama desde un punto de vista que le permite conocer absolutamente la psicología, los conflictos, los estados de ánimo e incluso los pensamientos y sentimientos íntimos o inconfesables de todos los personajes. Este tipo de narrador no encuentra límite alguno a sus facultades descriptivas y, generalmente, tampoco adopta opinión alguna ante lo que cuenta, porque esto podría restringir la amplitud de su visión. El narrador omnisciente no influye en los hechos de la historia, ya que su cometido principal es observar, pasando tan desapercibido como un Dios, por lo cual adopta la persona gramatical más objetiva y cómoda para estas funciones (la tercera).
Cuando el autor está usando el narrador omnisciente y quiere reproducir en determinado momento el pensamiento o sentimiento íntimo de un personaje, utiliza otros recursos o enfoques; por ejemplo, puede introducir un diálogo, un soliloquio, un monólogo interior o fluir de conciencia.
El narrador omnisciente se presenta, por mencionar algunas, en las siguientes obras: La Ilíada, La Odisea, La Eneida, El Poema de Mío Cid; El Quijote, La Gitanilla y La Ilustre Fregona (Cervantes); Narciso y Goldmundo, Siddartha y Bajo la Rueda (Hermann Hesse); Crimen y Castigo (Fedor Dostoievski); Doña Bárbara (Rómulo Gallegos); Los perros hambrientos (Ciro Alegría); El Coronel no tiene quien le escriba, Cien años de soledad, El amor en los tiempos del cólera (Gabriel García Márquez); Todo un conflicto de sangre (Rogelio Sinán); El Zarco (Ignacio M. Altamirano); Amalia (José Mármol); el Prólogo y parte del Epílogo de El Ahogado (Tristán Solarte); Pueblos perdidos (Gil Blas Tejeira); Tú sola en mi vida (Julio B. Sosa); Loma ardiente y vestida de sol (Rafael L. Pernett y Morales); Soñar con la ciudad, Ojitos de ángel y La ventana abierta (Ramón Foseca Mora). Ejemplos:
Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces una aldea de veinte casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos. El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo. Todos los años, por el mes de marzo, una familia de gitanos desarrapados plantaba su carpa cerca de la aldea, y con un grande alboroto de pitos y timbales daban a conocer los nuevos inventos. Primero llevaron el imán. Un gitano corpulento, de barba montaraz y manos de gorrión, que se presentó con el nombre de Melquíades, hizo una truculenta demostración pública de lo que él mismo llamaba la octava maravilla de los sabios alquimistas de Macedonia. Fue de casa en casa arrastrando dos lingotes metálicos, y todo el mundo se espantó al ver que los calderos, las pailas, las tenazas y los anafes se caían de su sitio, y las maderas crujían por la desesperación de los clavos y los tornillos tratando de desenclavarse…
Cien Años de Soledad, Gabriel García Márquez.
La hermosa joven, cuyo carácter parecía estar en armonía con el del bandido, al ver pasar frente a sus ventanas aquel cuerpo de gallardos jinetes, vistosos y brillantes, y al frente de ellos, montado en soberbio caballo y cargado de plata hasta el exceso, al joven y terrible bandido, cuyo nombre no había sonado en su oído sino con el acento del terror, se sintió atraída hacia él por un afecto en que se mezclaban la simpatía, la codicia y la vanidad como en punzante y sabroso filtro.
El Zarco, Ignacio Manuel Altamirano.
2. Narrador observador
Es el narrador que observa lo objetivable, el mundo físico en que se mueven sus personajes; los oye y escucha; los ve actuar, pero no puede anticipar lo que pasa por sus mentes; no puede seguir el flujo de sus psiquismos… este narrador no es un personaje de la novela y generalmente cuenta con los personajes de la tercera persona gramatical (Castagnino, 1971, 161).
El narrador observador es el que nos cuenta los hechos objetivos, externos (fuera de nosotros), que ocurren en la obra y lo que hacen los personajes, pero no lo sabe todo como el narrador omnisciente, sino que desconoce las intimidades de los personajes (Castillo, 1995, 102). El narrador observador, igualmente que el omnisciente, no es un personaje de la trama, narra desde afuera de la obra, no forma parte del argumento, pero es un narrador limitado en comparación con el omnisciente. Por esto último, se dice que este narrador utiliza la tercera persona limitada. Se limita a narrar lo que le proporcionan los medios naturales de información; ignora muchas cosas por falta de experiencia directa o por no haber obtenido información.
Este tipo de narrador, conocido también como narrador observador externo, narrador básico o narrador objetivo, sólo cuenta lo que se puede observar, asume el papel de un observador ordinario; sabe sólo lo que un hombre común puede saber sobre sus vecinos; se le escapa la totalidad de los acontecimientos y la intimidad secreta de los personajes. A veces el novelista no desea describir más que los signos externos; desea ser impersonal, no omnisciente. Por ello restringe su conocimiento a los hechos que cualquier persona puede observar, a los sentidos de la vista, el oído, el olfato, el gusto y el tacto. Como si se tratase de una cámara de cine, el narrador muestra, no explica. No conoce los pensamientos, sentimientos ni deseos de los personajes; tampoco tiene idea sobre lo que pasará más adelante.
Al emplear este tipo de narrador, se renuncia explícitamente a leer los pensamientos de los personajes y a contar cosas que no tengan relación directa con la acción que se narra. Es decir, el narrador describe lugares, acciones, gestos, conversaciones, etc. casi como si fuera una cámara de cine; además, describe olores y otras sensaciones. Dado que se autoimpone la obligación de mantenerse fuera de los personajes, es absolutamente necesario que este narrador sea muy detallista y que cuide mucho la selección de estos detalles que han de dar vida y profundidad a los personajes.
Este narrador describe el mundo en que sus personajes se desenvuelven; no penetra en sus mentes. Ésta es la clase de narrador que encontramos en un conjunto de novelas francesas del presente siglo (XX), agrupadas bajo en nombre de “nouveau roman” (Sierra, 1982, 7). También es el tipo de narrador característico de la novela negra (novela del mundo profesional del crimen).
El narrador observador se presenta, por ejemplo, en la novela Los de Abajo, de Mariano Azuela. Veamos un fragmento de esta obra:
El hombre, sin alterarse, acabó de comer; se acercó un cántaro y, levantándolo a dos manos, bebió agua a borbotones. Luego se puso en pie.
--Tu rifle está debajo del petate –pronunció ella en voz muy baja.
El cuartito se alumbraba por una mecha de sebo. En un rincón descansaban un yugo, un arado, un otate y otros aperos de labranza. Del techo pendían cuerdas sosteniendo un viejo molde de adobes, que servía de cama, y sobre mantas y desteñidas hilachas dormía un niño.
Demetrio ciñó la cartuchera a su cintura y levantó el fusil. Alto, robusto, de faz bermeja, sin pelo de barba, vestía camisa y calzón de manta, ancho sombrero de soyate y guaraches.
Salió paso a paso, desapareciendo en la oscuridad impenetrable de la noche.
El Palomo, enfurecido, había saltado la cerca del corral. De pronto se oyó un disparo, el perro lanzó un gemido sordo y no ladró más.
Unos hombres a caballo llegaron vociferando y maldiciendo. Dos se apearon y otro quedó cuidando las bestias.
3. Narrador protagonista
Se presenta cuando el autor encarna en el protagonista o personaje principal de la obra, el cual narra lo que les ocurre a él y a los demás personajes; este narrador utiliza la primera y la tercera personas.
Este punto de vista en el cual el narrador es a la vez protagonista del relato, ofrece la variante de que la narración sea autobiográfica del autor, o bien de que el autor cree el artificio del yo-narrador (Castagnino, Ibid.).
Cuando el narrador encarna en el protagonista en primera persona, adopta un punto de vista subjetivo que le impide interpretar de forma absoluta e imparcial los pensamientos y acciones de los restantes personajes de la narración. Su subjetivismo, a veces, contamina el género épico o narrativo, habitualmente imparcial y contado por ello en tercera persona, con el género lírico, habitualmente desarrollado en primera persona, y da origen a subgéneros híbridos como la autobiografía, la novela epistolar, las memorias, el diario, la confesión, la novela picaresca, todas éstas con narrador protagonista. Novelas epistolares (con cartas) son, por ejemplo, la I Parte de Pepita Jiménez, de Juan Valera, e Ifigenia, de Teresa de la Parra; ejemplos de diarios son El niño que enloqueció de amor y El hermano asno, de Eduardo Barrios; ejemplos de memorias, Don Segundo Sombra, de Ricardo Güiraldes, y La Vorágine, de José Eustasio Rivera. También encontramos narrador protagonista en obras como La familia de Pascual Duarte (Camilo José Cela), Relato de un náufrago y La hojarasca (Gabriel García Márquez), Hechizo (Rogelio Sinán), El Desván (Ramón H. Jurado). Ejemplifiquemos el uso de este tipo de narrador:
Terminado el trabajo de la fotografía, me fui a cazar, una tarde, por los alrededores de Hong-Kong. Llevaba mi morral y mi fusil. Se daban por allí unos conejillos de carne muy sabrosa, y tenía la esperanza de cazar uno de ellos.
Había ya caminado bastante, sin hallar nada, y estaba algo cansado y sediento; de manera que me acerqué a una casa que divisé desde lejos.
Un chino viejo fumaba su cachimba.
Me llamó la atención, desde que llegué, una chinita, con un pañuelo rojo atado a la cabeza, que me sonrió muy amable.
Cuando pedí agua, fue ella quien me la trajo. Me la entregó con…
Hechizo, La Boina Roja, Rogelio Sinán.
Yo, señor, no soy malo, aunque no me faltarían motivos para serlo. Los mismos cueros tenemos todos los mortales al nacer y sin embargo, cuando vamos creciendo, el destino se complace en variarnos como si fuésemos de cera y destinarnos por sendas diferentes al mismo fin: la muerte…
Nací hace ya muchos años –lo menos cincuenta y cinco—en un pueblo perdido por la provincia de Badajoz; el pueblo estaba a unas dos leguas de Almendralejo, agachado sobre una carretera lisa y larga como un día sin pan…
Mi casa estaba a fuera del pueblo, a unos doscientos pasos largos de las últimas de la piña. Era estrecha y de un solo piso, como correspondía a mi posición, pero como llegué a tomarle cariño, temporadas hubo en que hasta me sentía orgulloso de ella. En realidad, lo único de la casa que se podía ver era la cocina, lo primero que se encontraba al entrar, siempre limpia y blanqueada con primor; cierto es que el suelo era de tierra, pero tan bien pisada la tenía,…
De mi niñez no son precisamente buenos recuerdos los que guardo. Mi padre se llamaba Esteban Duarte DIniz, y era portugués, cuarentón cuando yo niño, y alto y gordo como un monte. Tenía la color tostada y un estupendo bigote negro que se echaba para abajo…
La Familia de Pascual Duarte, Camilo José Cela.
El narrador protagonista puede también presentarnos la trama a través de una introspección, de un monólogo o de un monólogo interior. Por ejemplo, en la novela Sin fecha fija, de Isis Tejeira, la protagonista narra toda la trama a través de un monólogo. Ejemplifiquemos con la parte inicial de esta novela:
¡Vea la vaina! ¡Pasó lo que tanto me temía! ¿Por qué no me fui por la escalera?, ¡he quedado atrapada! ¡Contra!, ¡qué país éste en que siempre se va la luz!, y no sé ni dónde está el timbre de alarma. ¡Qué oscuro está esto! Debí haberme fijado dónde estaba el timbre, me enseñaron a ser tan precavida, tan todo en su sitio, tan ordenada… y ahora… Aquí está, este botón debe ser. ¡Esto sí que es oscuro! Nada, está dañado…
4. Narrador autobiográfico
El narrador autobiográfico es un narrador protagonista, con la peculiaridad de que nos presenta fundamentalmente su biografía. Este narrador se presenta cuando el autor cede la narración al protagonista de la obra y éste nos narra esencialmente su biografía. Esa biografía puede corresponder a la vida del autor o ser ficción de un protagonista que cuenta su historia. El narrador autobiográfico puede contarnos toda su vida o parte de ella. Usa la primera persona.
Ejemplo de narrador autobiográfico es el narrador de El Lazarillo de Tormes. Observemos un fragmento del inicio de la obra:
Pues sepa, vuestra merced, ante todas las cosas, que a mí me llaman Lázaro de Tormes, hijo de Tomé González y de Antona Pérez, naturales de Tejares, aldea de Salamanca. Mi nacimiento fue dentro del río Tormes, por la cual causa tomé el sobrenombre y fue desta manera. Mi padre, que Dios perdone, tenía cargo de proveer una molienda de una aceña que está ribera de aquel río, en la cual fue molinero más de quince años. Y estando mi madre una noche en la aceña, preñada de mí, tomóle el parto y parióme allí. De manera que con verdad me puedo decir nacido en el río.
Pues, siendo yo niño de ocho años, achacaron a mi padre ciertas sangrías mal hechas en los costales de los que allí a moler venían, por lo cual fue preso, y confesó y no negó y padeció persecución por justicia…
5. Narrador personaje secundario o Narrador testigo
El narrador personaje secundario es el enfoque narrativo en que el autor, para narrar la trama, encarna en un personaje secundario activo (que participa de la acción), el cual es testigo de la acción del protagonista y de los demás personajes. Utiliza generalmente la primera persona, pero puede hacer uso de la tercera persona.
Es el punto de vista narrativo en que un narrador cuenta en primera persona hechos, no como protagonista, sino como personaje secundario de los mismos. Se mezcla con sus criaturas y en los acontecimientos (Castagnino, Ibid.).
Este narrador, aunque participa de la acción, nos cuenta sobre todo las aventuras de otros personajes más importantes; no sabe nada acerca de los personajes: ve sus movimientos, oye sus palabras, observa el ambiente que los rodea y lo cuenta.
Llaman también narrador testigo a este tipo de narrador, puesto que el personaje secundario activo es testigo de las acciones del protagonista y de los demás personajes
Otros prefieren llamar narrador testigo al que se da cuando narra un personaje secundario pasivo, o sea, que no participa de la acción y sólo es testigo presencial, observador interno de la acción de los demás personajes. Este narrador personaje observador es un caso límite del narrador personaje secundario. El narrador cuenta una historia que vivió o conoció, pero a la que fue totalmente ajeno. Narra, por supuesto, en primera persona y nos ofrece una perspectiva próxima y personal de los hechos cuya autenticidad garantiza diciéndonos que él estaba allí.
El narrador personaje secundario o narrador testigo aparece, por ejemplo, en las siguientes obras: El Ahogado (Tristán Solarte), Historia de Mayta (Mario Vargas Llosa), Gertrudis (Hermann Hasse), Nos han dado la tierra (Juan Rulfo), La serpiente de oro (Ciro Alegría).
Ilustremos con dos fragmentos donde se presenta este tipo de narrador:
Durante los tres meses de vacaciones, él iba todas las tardes a mi casa a practicar la guitarra conmigo y a enseñarme las canciones de moda en Panamá. Nos hicimos amiguísimos. Él contaba poco más de catorce años; pero hablaba y se conducía como si fuera mucho mayor. En mi casa fumábamos cigarrillos (cosa que él aún no se atrevía a hacer en público) y charlábamos. A veces también nos veíamos de noche.
Orlando, en El Ahogado, de Tristán Solarte.
…Si uno vive en Lima tiene que habituarse a la miseria y a la mugre o volverse loco o suicidarse.
Pero estoy seguro que Mayta nunca se habituó. En el Colegio Salesiano, a la salida, antes de subir al ómnibus que nos llevaba a Magdalena, donde vivíamos los dos, corría a darle a Don Medardo, un ciego harapiento que se apostaba con su violín desafinado a la puerta de la Iglesia de María Auxiliadora, el pan con queso de la merienda que nos repartían los Padres en el último recreo. Y los lunes le regalaba un real, que debía ahorrar de su propina del domingo. Cuando nos preparábamos para la primera comunión, en una de las pláticas, hizo dar un respingo al Padre Luis preguntándole a boca de jarro: “¿Por qué hay pobres y ricos, Padre? ¿No somos todos hijos de Dios?” Andaba siempre hablando de los pobres, de los ciegos, de los tullidos, de los huérfanos, de los locos callejeros, y la última vez que lo vi, muchos años después de haber sido condiscípulos salesianos, volvió a su viejo tema…
Narrador que busca testimonios sobre Mayta, en La Historia de Mayta, de Mario Vargas Llosa.
6. Narrador en segunda persona o Narrador conciencia
El narrador en segunda persona se dirige a los personajes como si estuviera frente a ellos o dentro de ellos, como si fuera su conciencia; para ello utiliza la segunda persona gramatical (tú). El empleo de la segunda persona establece un diálogo-monólogo ficticio entre el narrador (hablante imaginario) y un oyente imaginario que no responde. Este narrador puede dirigirse al protagonista o a un personaje secundario. El narrador conciencia, que generalmente representa al autor o a un ente indefinido, se dirige continuamente a un tú que identifica al lector con el personaje. Al dirigirse al personaje, el narrador puede aprobar o desaprobar sus actos; alabarlo o condenarlo; aconsejarlo, recriminarle, amonestarlo, prevenirlo, guiarlo, plantearle reflexiones; hablarle como si fuera su conciencia, como si fuera un juez e incluso como si fuera Dios o una fuerza cósmica.
Narrador en segunda persona encontramos en El Ahogado (Tristán Solarte) y Loma ardiente y vestida de sol (Rafael L. Pernett). Veamos cómo el narrador “le habla” al personaje Santo, el taxista, en la novela Loma ardiente y vestida de sol:
Tú te acuerdas de cuando Carmencito estaba en la Loma. Era gordita y algo graciosa… Tú te acuerdas del señor Armando, su viejo,… Tú te acuerdas que Carmencito se mudó a la Loma cuando estaba en quinto año de secretariado…Tú te acuerdas del otro novio que se buscó Carmencito y que tú traías todas las noches en tu taxi…
Y tú, ya viste lo que te pasó: mientras manejabas tu taxi nadie te regateaba un real. También es cierto que en la Loma nadie usaba tu taxi como no fuera el novio de Carmencito, la que llegó a viceministro, pues la mayor parte de las veces los de la Loma bajan al centro a pie como los camellos y a veces sudando como caballos porque el sol, cuando dice voy, viene de verdad, y los busitos no pasan por la Loma porque como no hay plata nadie se monta en ellos. Pero en cuanto te hiciste ñángara te ficharon más rápido que en seguida…
Ahora observemos cómo el narrador se dirige a Rafael, en el epílogo de El Ahogado:
Sí, Rafael. Tu tumba no ha podido permanecer, como era tu deseo, en el anonimato. Son muchos los que saben que esa prominencia es la que cubre tus huesos…
Sí, Rafael. También hay jazmines sobre tus restos. Hay jazmines, Rafael, la flor que tú tanto amaste hasta convertirla en un símbolo de todo lo que te era extraño, lejano e intensamente añorado…
Perdóname, Rafael, que abandone ahora este semidiálogo, este truco literario. Me importa aproximar más aún al lector a la intimidad mental de esta encantadora mujer.
¡Se han ido, Rafael! Te han abandonado en este primer aniversario. El año entrante serán menos. Tal vez nadie visitará este montoncito de tierra.
Ahora sólo quedo yo, Rafael. Pero una muralla insalvable separa mi mundo del tuyo. No puedo penetrar en él. La distancia es inconmensurable,…
7. Monólogo interior o Fluir de conciencia
El monólogo es un procedimiento narrativo y teatral que consiste en presentar el discurso de un solo hablante. Cuando el monólogo que reproduce el pensamiento de un personaje aparece en la novela, se denomina monólogo interior. Es como un fluir de la conciencia, un diálogo interiorizado, formulado en lenguaje interior, entre el yo locutor y el yo receptor. Henry James lo denominó corriente de conciencia; James Joyce, palabra interior.
El monólogo interior, fluir de conciencia o fluir psíquico es una técnica narrativa que no hace otra cosa que presentar los procesos mentales de sus personajes. Es como un surtidor que se desata. Es un artificio narrativo para introducir directamente al lector en la vida interior del personaje sin intervención alguna del autor de la novela. El personaje habla consigo mismo y deja que su conciencia fluya. Los personajes exponen sus sentimientos más íntimos, como surgen en la mente; hay una libre confesión y manifestación externa de la intimidad de su conciencia. Los monólogos se presentan muchas veces sin pausas, sin puntos ni comas; así el novelista indica esa confusión y caos que hay en la conciencia del personaje, eliminando en la escritura los signos de puntuación. En las obras de Carlos Fuentes y Mario Vargas Llosa, se encuentran brillantes ejemplos de monólogo interior (López y Solís, 1980, 44-45).
Con este recurso, el narrador omnisciente, el narrador protagonista u otro tipo de narrador pueden contarnos lo que ocurre desde lo profundo de la conciencia de los personajes, sin ninguna organización lógica previa, sin ninguna censura moral. Esta forma de narrar exige muchísima atención y gran concentración de parte del lector. A través de este recurso quedan palpables los procesos mentales y los impulsos íntimos de los personajes.
Esta técnica consiste, pues, en exponer lo que el personaje va pensando, lo que va fluyendo de su conciencia, sin el orden ni la coherencia propios del lenguaje planificado para un receptor. El fluir de conciencia se da en el pensamiento del personaje, pero puede que el personaje hable para sí mismo lo que va pensando.
Este mecanismo nos permite acercarnos a las secretas intimidades de los protagonistas. Consiste en reproducir, en primera persona, los pensamientos del protagonista tal y como surgen en su conciencia. Es una técnica poderosa para explicar el mundo consciente y el subconsciente. La estructura del monólogo depende del grado de conciencia o inconciencia del protagonista.
El monólogo interior trata de reproducir los mecanismos del pensamiento en el texto, tales como la asociación de ideas. Se caracteriza principalmente por la fusión del mundo real y el mundo interior, imaginado por alguno de los protagonistas. Con frecuencia, en este tipo de literatura, resulta complicado descifrar lo que ocurre.
Normalmente, los escritores utilizan largas oraciones que se mueven de un pensamiento hacia otro. Frecuentemente usan la elipsis y, en algunas ocasiones, evitan utilizar los signos de puntuación o los medios de enlaces lógicos para no romper el flujo repentino de ideas.
En los monólogos interiores, los escritores tratan de expresar los estados de ánimo, los pensamientos secretos, los sentimientos ocultos o los deseos reprimidos de los personajes y, por tanto, del ser humano. Los contenidos de los monólogos constituyen mundos internos del hombre que en la mayoría de las ocasiones ocultan fantasías y pensamientos que nunca podrán ser realizados.
Los antecedentes de esta técnica se remontan al siglo XIX (Stendhal, Dickens, Dostoievski) y su influencia es decisiva en el Ulises de James Joyce (1922) y en las obras de Proust, William Faulkner, A. Huxley, M. Delibes, Goytisolo, Camilo J. Cela, Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa, etc. Examinemos los siguientes ejemplos:
¡Qué diferente vida la mía si amase al marqués de Croisenois! Sería nada más que una nueva edición de esa felicidad que mis primas gozan y que tan intensamente aborrezco. Me sé de memoria todo cuanto habría de decirme el pobre marqués y lo que yo le respondería. ¿Qué clase de amor es ése que obliga a vivir en continuo bostezo? Más vale hacerse devota…
Matilde, en Rojo y Negro, de Stendhal.
Sí, el hombre lo tiene todo al alcance de la mano, y, como buen holgazán, deja que todo pase ante sus mismas narices... Esto es ya un axioma... Es chocante que lo que más temor inspira a los hombres sea aquello que les aparta de sus costumbres. Sí, eso es lo que más los altera... ¡Pero esto ya es demasiado divagar! Mientras divago, no hago nada. Y también podría decir que no hacer nada es lo que me lleva a divagar. Hace ya un mes que tengo la costumbre de hablar conmigo mismo, de pasar días enteros echado en mi rincón, pensando... Tonterías... Porque ¿qué necesidad tengo yo de dar este paso? ¿Soy verdaderamente capaz de hacer... "eso"? ¿Es que, por lo menos, lo he pensado en serio? De ningún modo: todo ha sido un juego de mi imaginación, una fantasía que me divierte... Un juego, sí; nada más que un juego. Raskolnikov, en Crimen y Castigo, de Dostoievski.
Cruzó por la esquina de la calle Nassau y se quedó delante del escaparate de Yeates e Hijo, viendo los precios de los gemelos. ¿Y si me dejo caer por el viejo Harris a charlar con el joven Sinclai? Tipo bien educado. Probablemente estará almorzando. Tengo que arreglar esos gemelos viejos. Lentes Goerz, seis guineas. Los alemanes se están abriendo pasos por todas partes. Venden con buenas condiciones para capturar el comercio. Con rebaja. Podría encontrar por casualidad unos en la oficina de objetos perdidos de los trenes. Es asombrosotas cosas que deja la gente en los trenes y los guardarropas. ¿En qué están pensando? Las mujeres también. Increíble. El año pasado yendo de viaje a Ennis tuve que recoger el bolso de aquella hija de un campesino y entregarlo en el empalme de Limerick. Dinero sin reclamar también. Hay un relojito allá arriba en el tejado del banco para probar esos gemelos.
Leopold Bloom, en Ulises, de James Joyce.
No, no voy a abrir los labios: o esa línea arrugada, sin labios, en el reflejo del vidrio. Mantendré los brazos alargados sobre las sábanas. Las cobijas me llegan hasta el vientre. El estómago… ah…Y las piernas permanecen abiertas, con ese artefacto frío entre los muslos. Y el pecho sigue dormido, con el mismo hormigueo sordo que siento… que.. que sentía cuando pasaba mucho tiempo sentado en un cine…
Artemio Cruz, en La Muerte de Artemio Cruz, de Carlos Fuentes.
No creo que exista el diablo pero el Jaguar me hace dudar a veces. Él dice que no cree, pero es mentira, pura pose. Se vio cuando le pegó a Arróspide por hablar mal de Santa Rosa. Mi madre era devota de Santa Rosa…
Alberto, en La Ciudad y los Perros, de Mario Vargas Llosa.
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Castagnino, Raúl H. (1971), El Análisis Literario, Buenos Aires: Argentina, Editorial Nova.
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Castillo, Abel (1995), El Lenguaje Literario, Panamá: Panamá, Ediciones Ariel.
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López, Rosa de y Odilia de Solís (1980), Análisis de Texto Literario (folleto), Panamá: Panamá, Dirección General de Educación Secundaria, Supervisión de Español.
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Sierra, Sylvia R. (1982), Nociones Literarias (folleto), Panamá: Panamá, Ciudad Universitaria.
EL PROCESO NARRATIVO Y EL TIPO DE FINAL
1. El proceso narrativo
El proceso narrativo, o sea, el orden de la trama o narración, puede ser:
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Desde el inicio (ab initio o ab ovo): si la obra se presenta en un orden lógico, desde el principio, desde el origen de los acontecimientos. Se narra linealmente. Esta narración lineal o cronológica fue la forma más tradicional en la narrativa en los períodos anteriores a la literatura contemporánea.
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Desde el medio (in media res): si la obra comienza a partir de lo que cronológicamente sería el medio o el nudo de la narración. Significa “en medio del asunto”. Indica que los acontecimientos se nos presentan o narran cuando ya la mitad de los hechos ha acontecido.
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Desde el final (in extrema res): si se empieza narrando el desenlace. Los acontecimientos se cuentan a partir del final y hacia atrás
Debemos decir en qué orden se presenta la trama y comprobarlo, sustentando con las acciones.
2. El tipo de final
Según el desenlace, la obra puede presentar un final abierto o cerrado.
La obra presenta final abierto si quedan cabos sueltos con respecto a los protagonistas y a la acción central; es decir, si el lector tiene la libertad de imaginar o sugerir el final o desenlace a su manera, pues el autor no lo presenta. El autor no define el final para permitir que el lector lo sugiera. Se lleva al lector al borde de la evidencia y luego se le suelta, dejándolo en suspenso. Ejemplos: El Coronel no tiene quien le escriba, El desván, El ahogado, La boina roja.
El final es cerrado si no quedan cabos sueltos, pues el autor presenta el desenlace o solución de las acciones y los personajes principales. La obra tiene un final cerrado cuando está acabada en sí misma, cuando el desenlace resuelve el problema de la trama central, cuando nada sugiere continuación o ambigüedad de interpretación. Se presenta cuando se redondea el tema y se completa la acción; cuando en su desenlace se resuelven los destinos de los personajes básicos y se decide la suerte de los hechos. No quedan hilos narrativos sin resolver que permitan o sugieran una continuación; o sea, la obra se cierra en forma definitiva. Por ejemplo, en La Gitanilla, La Ilustre Fregona, Yerma, La Odisea, La Vorágine, Doña Bárbara.
Debemos anotar si la obra presenta final abierto o cerrado y explicar por qué, esto es, sustentarlo con los hechos de la trama.
TÉCNICAS, ESTILO Y LENGUAJE DE UNA OBRA LITERARIA
A pesar de que estos tres aspectos son realmente inseparables, es conveniente conocer el material básico de manera separada para juzgar con criterio la utilización de técnicas, el estilo y el lenguaje de un autor.
TÉCNICAS
Las técnicas literarias son procedimientos, recursos y hasta trucos de que se vale el autor para exponer un contenido; son recursos auxiliares en las obras literarias. Son procedimientos mayores o más generales y amplios que los del estilo. Las mismas técnicas son usadas por diferentes escritores. Existen técnicas poéticas o de versificación, narrativas y teatrales; algunas técnicas se presentan indistintamente en cualquier género.
Para analizar las técnicas, podemos seguir estos pasos: a.Mencionar las técnicas que utiliza el autor. b.Sustentar cuándo y cómo las usa. c.Expresar la conclusión u opinión personal.
Veamos un conjunto de recursos y técnicas que se presentan en las obras literarias y cuya definición podemos encontrar en un buen diccionario de literatura:
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Acciones paralelas
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Alusiones (literarias, artísticas, culturales, etc.)
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Anagnórisis o técnica del reconocimiento
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Anticipación o prospección
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Apartados
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Citas textuales
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Contrapunto
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Contrastes y simetrías
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Desdoblamiento narrativo
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Diarios
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Enfoque narrativo múltiple
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Equívoco
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Estructura circular o narración circular
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Estructura combinatoria
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Estructura en espiral
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Estructura lineal, narración lineal o cronológica
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Estructuras múltiples
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Estructura tipográfica
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Fragmentación del discurso
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Fluir de conciencia o monólogo interior
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Intertextualidad
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Laberintos
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Memorias
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Monólogo o Soliloquio
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Motivo guía o "Leitmotiv"
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Narraciones telescópicas
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Novela-río
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Novelas o narraciones interpoladas
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Núcleos de contenido
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Orquestación narrativa
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Peripecias o cambios de fortuna
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Personaje colectivo
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Perspectivismo
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Pinturas de ambientes
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Reconstrucción narrativa a través de testimonios
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Retratos de personajes o pinturas de caracteres
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Retrospección, técnica retrospectiva o "flash back"
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Ruptura del orden lineal
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Simultaneidad
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Técnica autobiográfíca
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Técnica de la documentación histórica
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Técnica de los personajes en busca de su autor
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Técnica de los vasos comunicantes
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Técnica del autor y el lector dentro de la obra
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Técnica epistolar
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Técnica o convención “autor-editor”
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Tiempo circular o cíclico
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Tópicos y motivos
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Intercalación de formas típicas de otros géneros.
ESTILO
Estilo es la manera de escribir o de hablar de un escritor o de un orador, no por lo que respecta a las cualidades esenciales y permanentes del lenguaje, sino en cuanto a lo accidental, variable y característico del modo de formar, combinar y enlazar los giros, frases y períodos para expresar los conceptos. El estilo es como un sello de la personalidad del autor.
El estilo lo constituyen los rasgos o características peculiares del lenguaje no sólo de un autor, sino también de una obra, de un género, de una época o de una corriente literaria. Varios escritores pueden usar las mismas técnicas, pero con un estilo personal; de igual manera, los mismos contenidos, temas, tipos de escrito, géneros, etc. son empleados por cada autor con un estilo peculiar. A pesar de que el estilo es personal, hay estilos colectivos y estilos que pasan de una lengua a otra.
Aspectos que se toman en cuenta al analizar el estilo:
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Tipos de estilo: sencillo, medio y grave o sublime (clasificación de los retóricos); claro, confuso, irónico, directo, retórico, complejo, grotesco, mordaz, sarcástico, solemne, festivo, elegante, desgarbado, sobrio, pomposo, florido, preciso, impreciso, recargado, natural, afectado, amanerado, fluido, cortado, prosaico, abrumador, grandilocuente, patético, didáctico, oratorio.
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Recursos de la Función Poética o Estética: alegoría, aliteración, anadiplosis, anáfora, antítesis, apóstrofe, asíndeton, cacofonía, concatenación, encabalgamiento, elipsis, enálage o traslación, epanadiplosis, epíteto, eufemismo, hipérbaton, hipérbole, imágenes visuales, imágenes auditivas, ironía, lítote, metáfora, metonimia, onomatopeya, oxímoron, paradoja, paralelismo, paronomasia, perífrasis, polisíndeton, prosopopeya, reiteración, sarcasmo, símbolo, símil, sinécdoque, sinestesia.
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Manera de emplear las técnicas o de tratar el contenido. Por ejemplo, la manera de presentar la técnica "autor-editor", la manera de tratar el tiempo, el escenario, la acción, las descripciones, los diálogos, etc.
Al analizar, debemos explicar cómo es el estilo o cuáles son las características del estilo del autor (tipos de estilo, recursos de la función poética, manera de tratar las técnicas o el contenido). Luego, debemos sustentar en qué momentos o partes de la obra se expresa determinado estilo, recurso o manera de tratar las técnicas o el contenido. Para terminar, agregamos nuestra opinión o impresión personal sobre el estilo.
LENGUAJE
Cuando analizamos este tema, debemos tomar en cuenta las cualidades esenciales y permanentes del lenguaje, las características relacionados directamente con el lenguaje como sistema común de comunicación; debemos tomar en cuenta aspectos que no han sido tratados en el estilo y las técnicas. Veamos una serie de características o rasgos que se pueden considerar:
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Niveles de lenguaje o registros: culto, vulgar; literario, corriente, ordinario o común; seleccionado, elevado, difícil, rebuscado; estándar, regional; tecnicismos, jergas, expresiones coloquiales, lenguaje obsceno, modismos, refranes; lenguaje típico de los medios de comunicación: radio, televisión, cine, periódicos; expresiones o textos de otras obras literarias, canciones, leyendas, rondas infantiles, etc.
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Mezcla de idiomas o uso de dialectos
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Originalidad, invención
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Habilidades especiales del autor
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Tipos de palabras, frases u oraciones que se usan con frecuencia
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Amplitud o pobreza de léxico
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Propiedad del lenguaje
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Adaptación del lenguaje a la índole de los personajes
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Características de la sintaxis: orden lógico, hipérbaton, repetición de estructuras, palabras o frases.
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Interrogaciones, exclamaciones, puntos suspensivos; continuidad o interrupciones bruscas.
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Dominio del lenguaje: manejo general de la redacción, corrección idiomática, ortografía puntual, ortografía literal, ortografía acentual.
Al analizar el lenguaje de una obra literaria, realizamos dos acciones básicas interrelacionadas: 1.Explicar las características o rasgos del autor en cuanto al uso del lenguaje. 2. Sustentar con ejemplos del lenguaje de la obra.
EL CONTRAPUNTO
La palabra contrapunto designa, en la música, una técnica de composición que consiste en escribir varias melodías (voces) independientes entre sí y superpuestas para que se oigan simultáneamente. El canon y la fuga forman parte de la técnica de contrapunto.
El término proviene del latín punctus contra punctus, lo cual significa “punto contra punto”, es decir, "nota contra nota" (en el canto gregoriano de la Edad Media las notas se escribían como puntos).
En literatura, es la simultaneidad de planos distintos presentados a la vez (en un mismo momento los personajes van del presente al pasado y regresan al futuro, etc.). Hay simultaneidad de tiempos, lugares y personajes sin prevenir al lector del cambio. Esta técnica literaria puede consistir en la presentación simultánea de varias voces narrativas, o en la presentación de una voz narrativa que alterna diferentes sucesos; de esta forma se presentan de manera simultánea hechos del presente, del pasado y del futuro. Se presentan simultáneamente, en un mismo momento de la obra (en la misma página, párrafo o apartado), acciones que ocurren en diferentes tiempos y espacios. Es como un experimento o juego con el espacio y el tiempo. Consiste en narrar en forma entrelazada una serie de hechos acontecidos en diversos tiempos; en presentar estos tiempos como simultáneos, sin transiciones aclaratorias para el lector. Se utiliza la retrospección (vuelta al pasado) mezclada con el presente y el futuro (Sylvia R. Sierra, Nociones Literarias, 1982, 10). A veces resulta difícil la lectura de obras escritas de esta forma; por ejemplo, las novelas de Mario Vargas Llosa: La Ciudad y los Perros, La Casa Verde, Lituma en Los Andes, Historia de Mayta.
Técnica narrativa dinámica que presenta simultáneamente tiempos, lugares y personajes sin prevenir al lector del cambio. Alternan planos narrativos distintos. En el seno de un monólogo interior pueden aparecer presente, pasado y futuro alternando mezclados en la mente del personaje. En la descripción y narración objetiva pueden aparecer también diferentes planos narrativos que transcurren en espacios más o menos aledaños dentro de un mismo instante de temporalidad (Bice Mortara Garavelli, Manual de retórica, 1991, 36).
El contrapunto es una técnica basada en el paralelismo de acontecimientos protagonizados por distintos personajes, en la simultaneidad de escenas próximas o alejadas y en los saltos de pasado, presente y futuro.
La técnica fue empleada con éxito por A. Huxley en su novela "Contrapunto", en la cual se alternan de manera paralela varios núcleos narrativos o contenidos temáticos que proporcionan una diversidad espacial: contrapunto de reuniones distintas o de escenas alejadas por centenares de millas. Pero los cambios contrapuntísticos tienen un punto de enlace.
En el teatro, el contrapunto consiste en la presentación de una serie de intrigas paralelas, que se corresponden según un principio de contraste.
Hoy día se usa el término contrapunto para referirse también a la presentación simultánea de diversos recursos narrativos o estilísticos.
El contrapunto ha sido empleado por muchos autores: Huxley, James Joyce, Camilo J. Cela, Jean Paul Sastre, Vargas Llosa, García Márquez, Carlos Fuentes, Julio Cortázar, Alejo Carpentier, entre otros.
Veamos dos ejemplos:
"Corny Kelleher cierra su libro diario; el P. Commee sube a un tranvía; un marinero se desliza por la esquina; Boody y Ratey toman la sopa en la cocina llena de humo; la chica rubia prepara una cestilla de flores; la mecanógrafa Dunne escribe y atiende el teléfono…"
James Joyce, Ulises.
Como segundo ejemplo, citamos el comienzo de los contenidos temáticos que se desarrollan en el apartado I de La Casa Verde, de Mario Vargas Llosa:
"Sonó un portazo, la Superiora levantó el rostro del escritorio, la Madre Angélica irrumpió como una tromba en el despacho, sus manos lívidas cayeron sobre el espaldar de una silla. …
Ya te estás poniendo triste otra vez, Fushía –dijo Aquilino--. No seas así, hombre. Anda, conversa un poco para que se te pase la tristeza. Cuéntame de una vez cómo fue que te escapaste.
--¿Dónde estamos, viejo? –dijo Fushía--. ¿Falta mucho para entrar al Marañón? …
Al cruzar la región de los médanos, el viento que baja de la cordillera se caldea y endurece: armado de arena, sigue el curso del río y cuando llega a la ciudad se divisa entre el cielo y la tierra como una deslumbrante coraza. Allí vacía sus entrañas: todos los días del año, a la hora del crepúsculo, una lluvia seca y fina…cae sobre las plazas, los tejados,… y pavimenta de blancotas calles de Piura. …
El Cabo Roberto Delgado merodea un buen rato ante la oficina del capitán Artemio Quiroga, sin decidirse. Entre el cielo ceniza y la Guarnición de Borja pasan lentamente nubes negruzcas…
Tocaron la puerta, Josefino Rojas salió a abrir y no encontró a nadie en la calle. Ya oscurecía, aún no habían encendido los faroles del jirón Tacna…"
TÓPICO Y MOTIVO
Para algunos, estos términos designan lo mismo; otros los consideran diferentes. Lo cierto es que no es tan fácil percibir las diferencias que se plantean. Es conveniente considerar el motivo como un tipo de tópico.
Wolfgang Kayser explica separadamente estos temas y deja ver el carácter más general del concepto de tópico, ya que, según él, en los estudios sobre los tópicos se incluyen los motivos y otros tipos de tradiciones literarias: La investigación de los tópicos tiene dos aspectos. En primer lugar, investiga la tradición literaria de ciertas imágenes fijas y concretas, de motivos o también de pensamientos estereotipados, y, por otra parte, persigue la tradición de ciertos modos técnicos de expresión (Kayser, 1970, 93).
Los tópicos son temas, contenidos, situaciones típicas o formas literarias que se repiten a través de varias épocas en la literatura y se han convertido en tradiciones literarias cuyo origen inicial es difícil de precisar. Han pasado de escritor a escritor, de una época a otra, y han sufrido variaciones, pero han conservado su esencia en cuanto unidades significativas que se relacionan con una acción o contenido de la obra y que se convierten en vivencias típicas para el alma humana. Ellos nos permiten identificar de antemano una situación típica que ya ha sido tratada en obras anteriores. Los tópicos son “clichés” fijos o esquemas del pensamiento y de la expresión procedentes de la literatura antigua y que, a través del latín medieval, penetraron en las literaturas nacionales de la Edad Media y, más tarde, en el Renacimiento y el Barroco. …Existe un tesoro de imágenes poéticas, fórmulas fijas y maneras técnicas de exponer, que se aprenden y que no desprecia ni el mayor poeta (Ibid., 91-92).
Entre los tópicos más conocidos tenemos: la tradición del paisaje ameno, la del ruiseñor, la del ciervo herido y la fuente; el tópico de la consolación, el de la falsa modestia, el del destino fatal o de la predestinación, el del exordio, el de la vida retirada o beatus ille (dichoso aquél), el del libre albedrío, el de la gloria de la fama, el del mundo al revés, el del niño y el anciano, el de la anciana y la moza, el de la diosa naturaleza o de la madre naturaleza, el del carpe diem (saborea el día), el de la dorada medianía (aurea mediocritàs), el del delito de nacer.
Los motivos son tópicos que constituyen unidades significativas que aluden a un antes y a un después en la obra; los motivos “mueven” a los personajes a realizar una acción. El motivo plantea una situación que surge, crea tensión y necesita ser solucionada o resuelta. Los motivos están imbuidos de fuerza motriz, lo cual justifica, en el fondo, el nombre de “motivo” (derivado de “movere”) (Ibid., 77). Puede que la tensión que el motivo provoca no se libere en la obra y que la acción tome un rumbo diferente; en este caso, el motivo se denomina “motivo ciego”.
Veamos algunos ejemplos de motivos: el reconocimiento de un personaje por medio de la mitad de un anillo que hace falta, el reconocimiento de una doncella por medio de un zapato que sólo le sirve a ella, la realización de un trabajo o empresa que sólo será posible mediante objetos mágicos que un ser sobrenatural entregará a un personaje, el amor entre los descendientes de dos familias enemigas, el error de la muerte aparente, el príncipe apasionado disfrazado de siervo, los dos hermanos enemigos, el cumplimiento de una promesa que ocasiona una situación fatal, la criada infiel, la búsqueda del hermano, el hijo pródigo, la barca de salvación.
Para tener más claro cómo se refleja un motivo en una obra, veamos el argumento de La Estrella de Sevilla, de Lope de Vega, en que se aprecia el cumplimiento de una promesa que ocasiona una situación fatal: Un rey se apasiona por una muchacha, pero es humillado por el hermano de ésta. Un noble da al rey su palabra de vengarle, pero sabe luego que el ofensor es su íntimo amigo y futuro cuñado, ya que la muchacha era su propia novia. A pesar de todo cumple su palabra y mata a su amigo. El rey tiene que cumplir la suya, por la que le había prometido la impunidad. Los dos amantes renuncian a su amor (Ibid., 98-99).
Algunos tópicos famosos:
1. Tópico de La Fama o tópico de La Gloria de la Fama
Este tópico consiste en que, en nuestro paso por la vida, lo esencial es que realicemos hazañas que se mantengan imperecederas. Debemos realizar grandes obras que nos inmortalicen. El tópico plantea, como se puede entender, la fama como posibilidad de superar al olvido Este tema es muy propio de la épica, pero también aparece mucho en obras de otros géneros. Aparece, por ejemplo, en las Coplas a la muerte de su padre, de Jorge Manrique.
2. Tópico del Beatus Ille
Este tópico (dichoso aquél) trata de lo dichoso que es quien vive una vida retirada de los problemas, una vida tranquila en medio de la naturaleza y retirado de la muchedumbre; quien vive en la tranquilidad y alejado de los problemas y del mal. Así se plantea de manera muy directa y clara en el Epodo más famoso de Horacio, el “Beatus ille qui procul negotiis…” (“Dichoso aquel que de pleitos alejado, como la antigua raza de los hombres, dedica su tiempo a trabajar los campos paternos …”), que sirvió de inspiración a Fray Luis de León en su Oda a la vida retirada, la cual comienza con estas palabras: ¡Qué descansada vida / la del que huye el mundanal ruido / y sigue la escondida senda por donde han ido / los pocos sabios que en el mundo han sido!
3. Tópico del Carpe Diem
Este tópico (vive el día o saborea el día) nos advierte que vivamos el día de hoy, que disfrutemos el presente, como lo advierte una de las Odas de Horacio que termina con estas palabras: carpe diem. En la Oda se plantea que como no sabemos lo que vamos a vivir, como no sabemos si podremos disfrutar del día de mañana, como no sabemos si lo que dejamos para mañana lo podremos llevar a cabo o se quedará sin hacer, tenemos que aprovechar el día de hoy, el tiempo presente, que es el único que existe, pero que al mismo tiempo es fugaz. Plantea que el pasado ya no existe, el futuro todavía no ha llegado y no sabemos si llegará. Sólo tenemos el presente, pero es tan fugaz, que en seguida se convierte en pasado, y el futuro se convierte en presente. Por todo eso, la conclusión es, pues, carpe diem, aprovecha el día de hoy.
4. Tópico del Libre Albedrío
El tópico o doctrina del libre albedrío plantea el hecho de que el ser humano debe tener el derecho o la libre voluntad de determinación de su vida; o sea, debe poder decidir lo que quiere ser y hacer en la vida cada vez que ello no afecte la vida de los demás. Cuando la libertad de uno perjudica a otro, se cae en el libertinaje.
Para el análisis de este tema se deben considerar aspectos como la moral, los prejuicios sociales, el presidio, la esclavitud, la explotación humana, el sometimiento, los perjuicios, la ética, las leyes sociales, la convivencia humana.
4. Tópico del Destino Fatal
El destino fatal (destino trágico, “moira o anankè”) es el destino hacia el que se mueve de manera predispuesta el protagonista de la tragedia griega, arrastrado por una fuerza cósmica irresistible e inexorable que ni los humanos ni los dioses pueden contrariar ni vencer. Es un destino infausto, funesto, nefasto, aciago, desgraciado. Si escapar al destino es posible, sólo puede hacerse mediante el artificio dramático del deus ex machina, o sea, un dios que aparece en la obra para salvar al héroe.
Gobierna a la tragedia clásica una fuerza irresistible llamada anankè, la necesidad, el destino. No podemos hoy interpretar por entero el alcance que el destino tenía en el pensamiento de los griegos. A veces, los poetas nos lo muestran como una gran fuerza cósmica, a la cual están sujetos los hombres y los dioses. La fuerza del Destino es invencible –dice Esquilo—y ni el mismo Zeus puede evitarla. Las Parcas lo tejen en el seno del viejo Cronos. Pero, junto a este Destino implacable que se impone a los hombres desde su lejanía metafísica, el héroe trágico se siente artífice inmediato de su Destino propio; marcha a la catástrofe y a la muerte por su voluntad, siguiendo la línea recta de un deber superior. Nada le obligaría al sacrificio, pero él lo quiere así, y determina con ello su destino personal. Esa voluntad por parte del héroe es esencial para que surja el conflicto trágico. Claro es que los resortes que disparan la voluntad del héroe y le llevan a luchar y a sucumbir no pueden ser los motivos vulgares de la vida cotidiana, sino altos ideales, éticos y religiosos: justicia, bien, amistad, deber, patriotismo, piedad, expiación…(Gili Gaya, 1967, 37).
En la tragedia clásica el destino trágico es inexorable, irrefutable, ineludible: no puede evitarse ni ser cambiado; en la tragedia moderna, elementos como la razón y las pasiones del personaje se imponen, generalmente, sobre el destino.
A partir de la literatura griega, el destino fatal, destino trágico o predestinación se ha convertido en un tópico de la literatura universal.
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Kayser, Wolfgang (1970), Interpretación y Análisis de la Obra Literaria, Madrid: España, Editorial Gredos.
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Gili Gaya, Samuel (1967), Iniciación en la Historia Literaria Universal, Barcelona: España, Editorial Teide.
REALISMO MÁGICO Y SURREALISMO
Realismo mágico
En la literatura norteamericana contemporánea se denomina así al realismo que ya no posee los tonos violentos y el lenguaje áspero de los novelistas de inicios del siglo XX ni de los que aparecieron después de la depresión económica de 1929. Es un nuevo realismo mitigado, porque las obras están transfiguradas por la poesía, el humor y el estilo.
En la literatura hispanoamericana, es el movimiento literario surgido a mediados del siglo XX, caracterizado esencialmente por la introducción de elementos fantásticos inmersos en una narrativa realista.
El Realismo mágico en Hispanoamérica se caracteriza por la inclusión de los mitos, de elementos sobrenaturales y de la creencia popular dentro de un contexto realista. Nos muestra la realidad narrativa con elementos mágicos, fantásticos y fabulosos. No se trata de presentar la magia como si fuera real, sino de presentar la realidad como si fuera mágica.
Este movimiento floreció con esplendor en la literatura latinoamericana de los años sesenta y setenta, a raíz de las discrepancias surgidas entre la cultura de la tecnología y la cultura de la superstición, en un momento en que el apogeo de las dictaduras políticas hizo de la palabra una herramienta muy preciada y manipulable.
El realismo mágico presenta los siguientes rasgos generales:
· Fusión de los planos realidad y fantasía: hay hechos de la realidad cotidiana combinados con el mundo irreal, fantástico, del autor.
· Las obras presentan un final inesperado o ambiguo.
· Utilización de escenarios americanos: en mayoría ubicados en los niveles más duros y crudos de la sociedad o que más reflejan el primitivismo cultural.
· El autor no se enmarca dentro de la realidad representada, pero sí encuentra la forma de expresar su punto de vista y sus denuncias.
· La literatura es elitista, para lectores cultivados; no es literatura popular.
Surrealismo
El Surrealismo surge en 1924, con la publicación del Primer Manifiesto Surrealista, de André Bretón. Su pretensión fue conseguir la escritura automática, el flujo del subconsciente liberado de todas las presiones sociales y culturales. Son evidentes las influencias del psicoanálisis y de las obras de Freud.
El Surrealismo, denominado también superrealismo o sobrerrealismo, es una tendencia que sostiene la supremacía de los valores poéticos sobre los lógicos, afirmando que la obra de arte nace (como los sueños) del subconsciente.
Características:
· El Surrealismo es la tendencia en que se busca más allá de lo consciente: lo subconsciente, lo inconsciente. Con el fin de lograr la escritura automática, resalta el mundo del subconsciente (sueños, asociaciones automáticas, hipnosis, delirios, estados entre la vigilia y el sueño, exorcismo, fenómenos sobrenaturales, poderes o percepciones extra-sensoriales y otros fenómenos síquicos).
· Propugna que la escritura debe ser pura, reflejando solamente lo que pensamos, sin correcciones ni rectificaciones impuestas por la autocensura que todos ejercemos.
· Se da especial importancia a lo irracional, lo automático, lo inconexo, lo incoherente, lo inconsciente.
· Uso del fluir de conciencia por ser la técnica más apropiada para reflejar el subconsciente.
· Carácter psicológico: se reflejan conflictos psicológicos o problemas que afectan el equilibrio mental o emocional de los personajes. Estos conflictos se examinan mediante el análisis psicológico o psicoanálisis.
· Ruptura de patrones tradicionales: desorden de la narración, estilo complejo, mezcla de diversos tipos de narradores y uso de múltiples técnicas (fluir de conciencia, soliloquio, anticipación, retrospección, reconstrucción narrativa mediante el psicoanálisis, etc.).
· Estilo cortado e interrumpido: oraciones cortas, exclamaciones, interrogaciones, puntos suspensivos.
FIGURAS LITERARIAS
La figura literaria, también conocida como figura retórica, es una estrategia literaria que el escritor aplica en el texto para intentar conseguir un efecto determinado en la percepción e interpretación del lector. Las figuras pueden estar relacionadas con rasgos semánticos o con rasgos fonológicos o sintácticos de las palabras afectadas.
Figuras literarias son maniobras, manipulaciones o artificios de que hacen uso los escritores en la creación literaria. Todo escritor manipula, más o menos, su modo de pensar y la manera de exponerse pensamiento, para que el contenido o la forma, o ambas cosas a la vez, “extrañen” o choquen al lector, y éste perciba la voluntad de forma; esto es, el deseo de que veamos cómo, en su obra, el idioma ha sido trabajado atentamente, artísticamente, para diferenciarlo del que se utiliza en los usos no literario (Carreter y Tusón, 1988, 7). El escritor aspira a que su lenguaje sea visto, recibido o percibido como resultado de un trabajo de creación artística, por ello la obra literaria es una ora de arte en la que el material con que se trabaja son las palabras, el lenguaje.
Las figuras literarias se presentan en prosa o en verso, y pueden ser de dos clases: figuras de pensamiento (las que llaman la atención en cuanto a la presentación de las ideas, del contenido) y figuras de lenguaje (las que llaman la atención en cuanto a la forma; se producen por un empleo singular del lenguaje, de tal forma que si la expresión cambia, desaparece la figura).
Entre las figuras literarias más conocidas tenemos las siguientes: alegoría, aliteración, anadiplosis, anáfora, antítesis, apóstrofe, asíndeton, cacofonía, encabalgamiento, elipsis, epanadiplosis, epíteto, eufemismo, hipérbaton, hipérbole, ironía, lítote, metáfora, metonimia, onomatopeya, oxímoron, paradoja, paralelismo, paronomasia, perífrasis, polisíndeton, prosopopeya, sarcasmo, símbolo, símil, sinécdoque y sinestesia.
Todas las figuras se producen por acción de la función poética o estética del lenguaje, función que desempeña el lenguaje literario y que consiste en que el lenguaje se trabaja, se elabora para llamar la atención sobre el lenguaje mismo, sobre la forma, sobre la manera de usarlo; o sea, para que nos demos cuenta de cómo están dichas las cosas, cómo están expresados los contenidos, y no nos fijemos solamente en los contenidos que se expresan.
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Alegoría
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Aliteración
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Anadiplosis
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Anáfora
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Antítesis
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Apóstrofe
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Asíndeton
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Cacofonía
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Elipsis
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Encabalgamiento
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Epanadiplosis
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Epíteto
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Eufemismo
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Hipérbaton
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Hipérbole
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Ironía
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Lítote
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Metáfora
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Metonimia
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Onomatopeya
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Oxímoron
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Paradoja
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Paralelismo
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Paronomasia
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Perífrasis
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Polisíndeton
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Prosopopeya
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Sarcasmo
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Símbolo
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Símil
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Sinécdoque
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Sinestesia
1. Alegoría
Se denomina así a un procedimiento retórico de más amplio alcance que el símbolo, en tanto que por él se crea un sistema extenso y subdividido de imágenes metafóricas que representa un pensamiento más complejo o una experiencia humana real, y en ese sentido puede constituir obras enteras, como el Roman de la rose de Jean de Meung. La alegoría se transforma entonces en un instrumento cognoscitivo y se asocia al razonamiento por analogías o analógico. Por ejemplo, Omar Khayyam afirma que la vida humana es como una partida de ajedrez, en la cual las casillas negras representan las noches y las blancas los días; en ella, el jugador es una pieza más en el tablero cósmico. Jorge Manrique, por otra parte, afirma, tomándolo del Eclesiastés, que nuestras vidas son ríos y como ellos sólo parecen diferentes en su curso y caudal, pero no en su final, que es el mar/la muerte: el final ha sido ya escrito, pero no el transcurso de la vida. Y Albertino Mussato escribe que los humanistas “son enanos a hombros de gigantes”, porque por nosotros mismos no podemos ver muy lejos, pero subidos a hombros del saber humanístico antiguo, podemos ver incluso más de lo que vieron los grandes hombres del pasado.
Con la alegoría se describen acciones o hechos imaginarios, pero que se corresponden con hechos reales. Así, Lope de Vega se dirige a un rival con quien su amada Elena Osorio se había ido, fingiendo alegóricamente que es un pastor que reclama aun mayoral su manso o cordero preferido:
Suelta mi manso, mayoral extraño,
pues otro tienes de igual decoro;
deja la prenda que en el alma adoro,
perdida por tu bien y por mi daño.
Hay también alegoría cuando, en el poema, el relato o el drama, intervienen personajes alegóricos que encarnan ideas abstractas, como la Providencia, el Género Humano, la Envidia, la Virtud, etc. (Carreter, 1995, 11).
El significado alegórico es también uno de los cuatro que es posible extraerle a las Sagradas Escrituras según los teólogos. Por otra parte, se conoce como Escuela alegórico-dantesca la poesía alegórica española del s. XV influida por la Divina commedia de Dante Alighieri. Los principales representantes fueron don Íñigo López de Mendoza, Marqués de Santillana (Carrión de los Condes, 1398-1458) y Juan de Mena (Córdoba, 1411-1456).
El dramaturgo barroco Pedro Calderón de la Barca llevó a su perfección el subgénero dramático alegórico en un acto de tema eucarístico denominado auto sacramental, donde los personajes son en realidad alegorías de conceptos abstractos. En uno de ellos, define así la alegoría:
La alegoría no es más
que un espejo que traslada
lo que es con lo que no es,
y está toda su elegancia
en que salga parecida
tanto la copia en la tabla,
que el que está mirando a una
piense que está viendo a entrambas.
Como ejemplos de alegoría pueden citarse los siguientes:
Este mundo es el camino
para el otro, que es morada
sin pesar
mas cumple tener buen tino
para andar esta jornada
sin errar.
Partimos cuando nascemos
andamos, mientras vivimos,
y llegamos
al tiempo que fenecemos
así que cuando morimos
descansamos.
(Jorge Manrique, Coplas a la muerte de su padre)
«Dime: ¿no has visto tú representar alguna comedia adonde se introducen reyes, emperadores y pontífices, caballeros, damas y otros diversos personajes? Uno hace el rufián, otro el embustero, éste el mercader, aquél el soldado, otro el simple discreto, otro el enamorado simple; y, acabada la comedia y desnudándose de los vestidos della, quedan todos los recitantes iguales.
-Sí he visto —respondió Sancho.
-Pues lo mesmo —dijo don Quijote— acontece en la comedia y trato deste mundo, donde unos hacen los emperadores, otros los pontífices, y, finalmente, todas cuantas figuras se pueden introducir en una comedia; pero, en llegando al fin, que es cuando se acaba la vida, a todos les quita la muerte las ropas que los diferenciaban, y quedan iguales en la sepultura.
-¡Brava comparación! —dijo Sancho—, aunque no tan nueva que yo no la haya oído muchas y diversas veces, como aquella del juego del ajedrez, que, mientras dura el juego, cada pieza tiene su particular oficio; y, en acabándose el juego, todas se mezclan, juntan y barajan, y dan con ellas en una bolsa, que es como dar con la vida en la sepultura.
-Cada día, Sancho —dijo don Quijote—, te vas haciendo menos simple y más discreto.»
(Cervantes, Quijote, II)
2. Aliteración
Es el efecto sonoro producido por la repetición de forma consecutiva de un mismo fonema, o de fonemas similares. La aliteración suele sugerir imágenes relacionadas con los sentidos. Según Lázaro Carreter, la aliteración se produce por la repetición de uno o varios fonemas con frecuencia perceptible: Con el ala aleve del leve abanico. (Rubén Darío)
Cuando la aliteración trata de imitar sonidos o ruidos, se denomina onomatopeya: El silbo de los aires amorosos. (San Juan de la Cruz)
3. Anadiplosis
Repetición de la misma palabra o grupo de palabras al final de un verso y al comienzo del siguiente, por ejemplo:
Oye, no temas, y a mi ninfa dile,
dile que muero. (Esteban Manuel de Villegas, siglo XVII)
Mi sien, florido balcón
de mis edades tempranas,
negra está, y mi corazón,
y mi corazón con canas. (Miguel Hernández, siglo XX)
Nadie ama solamente un corazón:
un corazón no sirve sin un cuerpo.(J. M.ª Fonollosa, siglo XX)
4. Anáfora
Es la repetición de una o más palabras al comienzo de dos o más unidades sintácticas. En la poesía, consiste en la repetición de las primeras palabras de un verso en los versos siguientes:
Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.
No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.
(Miguel Hernández, siglo XX)
5. Antítesis o contraste
Figura que consiste en oponer dos ideas o dos términos contrarios. Recurso estilístico basado en contraponer dos sintagmas, frases o versos en cada uno de los cuales se expresan ideas de significación opuesta o contraria (antítesis propiamente dicha) o impresiones más subjetivas e indefinidas que se sienten como opuestas (contraste):
Yo velo cuando tú duermes, yo lloro cuando tú cantas (Cervantes).
Mis arreos son las armas
mi descanso, el pelear
mi cama, las duras peñas
mi dormir, siempre velar.
(Romance) (Carreter, 1995, 11).
6. Apóstrofe
Figura que consiste en dirigir la palabra con vehemencia en segunda persona a una o varias, presentes o ausentes, vivas o muertas, a seres abstractos o a cosas inanimadas, o en dirigírsela a sí mismo en iguales términos (RAE, 1992).
7. Asíndeton
Figura literaria que consiste en la eliminación de conjunciones. Suele utilizarse para dar agilidad al texto.
Acude, corre, vuela,
traspasa la alta sierra, ocupa el llano.
No perdones la espuela
no des paz a la mano;
menea fulminando el hierro insano.
(Fray Luis de León, siglo XVI)
8. Cacofonía
Efecto sonoro desagradable producido por la cercanía de sonidos o sílabas que poseen igual pronunciación. Disonancia que resulta de la inarmónica combinación de los elementos acústicos de la palabra (RAE, 1992). Ejemplo:
Y déjame muriendo
un no sé qué que quedan balbuciendo (San Juan de la Cruz, Cántico Espiritual, siglo XVI)
9. Elipsis
Figura literaria consistente en la omisión deliberada de alguna parte del texto. Figura de construcción, que consiste en omitir en la oración una o más palabras, necesarias para la recta construcción gramatical, pero no para que resulte claro el sentido (RAE, 1992).
10. Encabalgamiento
Es un efecto poético que consiste en cortar una frase inacabada al final del verso, y continuarla en el siguiente verso.
Existen dos tipos: el encabalgamiento suave (en el que apenas se rompe la unidad de la frase al cortarla) y el brusco o abrupto (en el que se deja sentir ese corte violentamente). Cuando el encabalgamiento abrupto ocupa tres sílabas o menos, se denomina braquistiquio, y sirve para subrayar o destacar el significado de una expresión entre dos pausas fuertes. Ejemplo:
Bien como la ñudosa
carrasca, en alto risco desmochada
con hacha poderosa
de ser despedazada
del hierro, torna rica y esforzada... (Fray Luis de León, siglo XVI)
11. Epanadiplosis
Consiste en repetir, al fin de un verso, cláusula o frase, el mismo vocablo con el que empieza:
Quiero verte y tenerte eternamente, quiero
Contigo fundirme en el olvido y desaparecer contigo,
Solamente eso quiero, nada más, solamente.
12. Epíteto
El epíteto o adjetivo ornamental es aquél que se coloca habitualmente ante el sustantivo al que califica y expresa una cualidad propia o inherente a este o intrínsecamente ligada a él, de forma que es ornamental, no añade ninguna información y se percibe más bien como una especie de intensificación del significado del sustantivo o redundancia (manso cordero, fiero león). Es un recurso de uso estrictamente literario y renacentistas como Garcilaso lo usaron como expresión de su idealismo platónico, con la intención de crear una realidad artística superior a la mera realidad:
Verde prado de fresca sombra lleno... (Garcilaso de la Vega, siglo XVI)
Las frases adjetivas y las aposiciones se usan a veces como epítetos, por ejemplo, las usadas con frecuencia en los poemas homéricos. (Carreter, 1995, 11).
13. Eufemismo
Consiste en emplear una expresión o frase que represente de forma no ofensiva o molesta algo que, dicho en su manera directa, sí ofendería o molestaría. Manifestación suave o decorosa de ideas cuya recta y franca expresión sería dura o malsonante (RAE, 1992). Ejemplo: Donde la espalda pierde su nombre (nalgas).
14. Hipérbaton
Desorden de la secuencia lógica de los elementos del texto. Se trastrueca o disloca el orden normal de la oración o de la frase, que en español es: sujeto + verbo + complementos del verbo, y determinado + determinante. Cuando el hipérbaton altera demasiado el orden sintáctico, de modo que se requiere especial atención para desentrañar el mensaje, se denomina hipérbaton violento.
El hipérbaton caracteriza periodos muy cortesanos de la literatura española, como el siglo XV (en que lo utilizaron frecuentemente autores como Juan de Mena o Fernando de Rojas, entre otros) o el Barroco. En este último periodo, el estilo llamado Culteranismo o Gongorismo supuso un auténtico desarrollo para este procedimiento retórico merced a la importancia que le confirió en sus obras el poeta cordobés Luis de Góngora a partir de su poema Soledades (1613). Los casticistas como Lope de Vega reaccionaron burlándose del procedimiento en parodias humorísticas del mismo.
Ejemplos:
Del monte en la ladera
por mi mano plantado tengo un huerto... (Fray Luis de León, siglo XVI)
Pasos de un peregrino son errantes
cuantos me dictó versos dulce Musa
en soledad confusa,
perdidos unos, otros inspirados. (Luis de Góngora, Soledades, 1613)
En una de fregar cayó caldera. (Lope de Vega, La gatomaquia, s. XVII)
Inés, tus bellos ya me matan, ojos,
y al alma, roban pensamientos, mía,
desde aquel triste, que te vieron, día,
no tan crueles, por tu causa, enojos.
Tus cabellos, prisiones de amor, rojos,
con tal, me hacen vivir, melancolía,
que tu fiera, en mis lágrimas, porfía,
dará de mis, la cuenta a Dios, despojos.
Creyendo que de mí no, Amor, se acuerda,
temerario, levántase, deseo,
de ver a quien me, por desdenes, pierde.
Que es venturoso, si me admite, empleo,
esperanza de amor, me dice, verde,
viendo que te, desde tan lejos, veo". (Lope de Vega, siglo XVII)
15. Hipérbole
Exageración que se sale de la realidad, ponderación exagerada. Ejemplos:
Yo romperé a fuerza de brazos un monte espeso que otro no rompiera. (Gracilazo)
Niña, te quiero tanto,
Niña, tanto te quiero
que si me sacan los ojos
te miro por los agujeros. (Copla popular)
A veces produce efectos cómicos:
Yace en esta losa dura
una mujer tan delgada
que en la vaina de una espada
se trajo a la sepultura. (Baltasar de Alcázar)
Érase un hombre a una nariz pegado. (Francisco de Quevedo)
Un pasaje hiperbólico es, pues, el que plantea una realidad exagerada, desmesurada.
16. Ironía
Es el modo de burlarse de alguien o de algo, afirmando seriamente lo contrario de lo que se quiere dar a entender. Figura retórica que consiste en dar a entender lo contrario de lo que se dice (RAE, 1992). Ejemplos:
“Muy buena tu acción”.
Corremos a ofrecer nuestra adhesión y nuestros plácemes a los señores consejeros, gobernadores y subgobernadores de los bancos que han expulsado a su personal por considerar como una falta de disciplina la solicitud de mejoras.
17. Lítote
La lítote es una figura que presenta lo que se dice en forma de negación atenuadora: “Eso no está muy bien” (= está mal). (Carreter, 1995, 11).
18. Metáfora
Es el recurso estilístico que consiste en identificar un término con otro, con el que tiene características más o menos comunes: "a" es "b". No debe confundirse con la comparación o símil, ya que en el caso de la metáfora no existe comparación, sino identificación de un término con otro. Puede realizarse de diversas maneras, que pueden combinarse entre sí y dar lugar a metáforas más complejas:
Metáfora simple o imagen: Responde a la fórmula a es b:
"Tus dientes son perlas"
Metáfora de complemento preposicional del nombre: Responde a la fórmula a de b:
"Dientes de perla"
Metáfora aposicional: Responde a la fórmula a, b:
"Tus dientes, perlas de tu boca"
Metáfora pura: Consiste en la omisión completa de a, y sólo queda b. Responde a la fórmula [a] b:
"Las perlas de tu boca"
Metáfora negativa: Responde a la fórmula no a, b:
"No dientes, son perlas"
Metáfora impresionista: Responde a la fórmula a, b1, b2, b3...:
"Tus dientes, marfil, blancura, destellos de sol..."
La Alegoría es una serie continua de metáforas que tiene una función narrativa o cognoscitiva.
La Imagen visionaria es una metáfora en la que los términos a y b no poseen en común nada sino el significado emocional que entre ellos encuentra el poeta.
El Símbolo es una metáfora codificada por una tradición cultural. También puede ser un símbolo original, creado por el propio poeta, pero entonces hay que aludir a ellos como "símbolos personales".
19. Metonimia
Esta figura es un tropo que se basa en la contigüidad entre el término real (R) y la imagen (I): al estar juntos, la imagen presta su nombre al término real. Así, como en el anverso (R) de una moneda suele estar grabado un rostro, lo llamamos cara (I), aunque ésta sea sólo una parte del anverso. Llamamos, por ejemplo, cuero al balón, violín al violinista de una orquesta, copa al licor que contiene (Carreter, 1995, 11).
20. Onomatopeya
Imitación o recreación del sonido de algo en el vocablo que se forma para significarlo (RAE, 1992). Figura que consiste en la imitación de sonidos o ruidos: "crack", "guau", "tic tac, tic tac".
21. Oxímoron
Unión de dos términos de opuesto significado. Figura que consiste en juntar dos palabras o dos ideas que, lógicamente, no podrían coexistir:
Esto es una sensata locura.
“Vivo sin vivir en mí
…
que muero porque no muero”.
(Santa Teresa de Jesús)
A veces, en lugar de excluir un término al otro, complementa el mensaje. Por ejemplo:
Rugido callado (Rubén Darío).
22. Paradoja
Consiste en la expresión de una verdad en términos contradictorios. Por ejemplo: Todos somos iguales, pero unos más iguales que otros (George Orwell, Granja de animales).
Figura de pensamiento que consiste en emplear expresiones o frases que envuelven contradicción. Mira al avaro, en sus riquezas, pobre. (RAE, 1992)
23. Paralelismo
Recurso estilístico que consiste en repetir una misma construcción sintáctica o un mismo significado dos o más veces. Existen dos tipos:
Paralelismo sintáctico: aquél en que lo que se repite es la misma construcción sintáctica:
Los suspiros son aire y van al aire
las lágrimas son agua y van al mar. (Bécquer)
Este tipo de paralelismo caracteriza, por ejemplo, la poesía galaica de las Cantigas de amigo. Un ejemplo puede encontrarse en los versos impares del Romance del Conde Olinos:
A ella, como hija de reyes
la entierran en el altar;
a él, como hijo de condes,
unos pasos más atrás.
Paralelismo semántico: Consiste en repetir la misma idea, pero no con las mismas palabras. Caracteriza, por ejemplo, a la poesía clásica hebrea contenida en el Antiguo Testamento. Así dice, por ejemplo, el Libro de Job:
¿Por qué no morí en el seno
y no nací ya muerto?
¿Por qué hubo dos rodillas para acogerme
y dos pechos para darme de mamar?
¿O por qué no fui como un aborto que se esconde,
como los pequeños que nunca vieron la luz?
Pues ahora estaría acostado tranquilamente
y dormiría mi sueño para descansar.
24. Paronomasia o paranomasia
Juego de palabras que se realiza juntando palabras similares que solamente se distinguen unas de otras por unos pocos fonemas.
De medio arriba romanos,
de media abajo, romeros. (Lope de Vega, siglo XVII)
Yo,
remera de barcas,
ramera de hombres
romera de almas,
rimera de versos,
Ramona, para servirles. (Gloria Fuertes)
25. Perífrasis o circunloquio
La perífrasis o circunloquio es una figura que elude la palabra directa y alude al objeto mediante un rodeo. Así, perifrásticamente, aludimos a Lope de Vega llamándolo el Fénix de los ingenios españoles (Carreter, 1995, 11).
La perífrasis puede afectar a oraciones enteras, a párrafos y a escritos completos.
26. Polisíndeton
Consiste en el uso reiterado de conjunciones. Normalmente, esta imagen busca un efecto de prolongación en el tiempo.
27. Prosopopeya
Consiste en atribuir cualidades a algo o alguien que no corresponden con su naturaleza. Se puede realizar de diversas maneras, por ejemplo:
Personificación: Consiste en atribuir cualidades humanas a seres inanimados, ya sean animales o cosas: El cáñamo se retorcía con áspero gemir, enroscándose lentamente sobre sí mismo. Los hilos montaban unos sobre otros, quejándose de la tensión violenta.
Cosificación: También llamada reificación, consiste en atribuir cualidades de objeto a un ser vivo. Es un procedimiento usado sobre todo en la estética vanguardista del expresionismo del siglo XX, pero también su usó con anterioridad. La poesía renacentista, por ejemplo, transforma a la mujer en un auténtico objeto de lujo compuesto de materias preciosas. Más tarde, durante el Barroco, la cosificación se usó más bien como mecanismo satírico para degradar o desengañar:
Si no duerme su cara con Filena,
ni con sus dientes come y su vestido
las tres partes le hurta a su marido,
y la cuarta el afeite le cercena,
Si entera con él come y con él cena,
mas debajo del lecho mal cumplido
todo su bulto esconde, reducido
a chapinzanco y moño por almena,
¿Por qué te espantas, Fabio, que abrazado
a su mujer, la busque y la pregone,
si, desnuda, se halla descasado?
Si cuentas por mujer lo que compone
a la mujer, no acuestes a tu lado
la mujer, sino el fardo que se pone.
(Francisco de Quevedo, siglo XVII)
Animalización: consiste en atribuir cualidades animales a un ser humano o a un objeto.
28. Sarcasmo
Ironía cruel o muy descubierta que se complace en zaherir violentamente a una persona: ¡Te felicito por tu gran inteligencia; eres todo un genio!
29. Símbolo
Es una realidad perceptible por los sentidos, que se adopta para representar otra realidad de carácter espiritual o abstracto. Así, la balanza es símbolo de (o simboliza a) la justicia; y la cruz, del Cristianismo. Los escritores suelen crear sus propios símbolos. Unamuno, por ejemplo, representa la angustia que le corroe el alma como un buitre que la simboliza: Este buitre feroz de ceño torvo
que me devora las entrañas fiero
es mi único y constante compañero,
labra mis penas con su pico corvo.
(Carreter, 1995, 15).
30. Símil o comparación
El símil consiste en establecer una comparación o relación de semejanza entre dos partes usando los nexos como, tal, cual, o el verbo parece. La comparación o símil debe distinguirse claramente de la metáfora, puesto que la comparación establece una relación de semejanza o parecido, pero la metáfora la establece de identidad o esencia.
Ejemplos:
Dientes como perlas.
Unas nubes alargadas cruzan cual culebras.
Como los ríos que en veloz corrida
se llevan a la mar, tal soy llevado
al último suspiro de mi vida
(Alonso Fernández de Andrada, Epístola moral a Fabio)
31. Sinécdoque
La sinécdoque es un tipo particular de metonimia y, por tanto, se funda también en la contigüidad. Consiste en emplear el nombre del todo por el de una parte (La ciudad le hizo un gran recibimiento), o el de una parte en lugar del nombre del todo (Aparecieron dos velas en el horizonte. dos velas = dos barcos) (Carreter, 1995, 11).
32. Sinestesia
Tropo que consiste en unir dos imágenes o sensaciones procedentes de diferentes dominios sensoriale: Soledad sonora. Verde chillón (RAE, 1992).
Consiste en atribuir a un objeto cualidades propias de otro y parece estar basada en la facultad que poseen algunas personas para sentir percepciones sensoriales cruzadas. Ejemplo:
La atmósfera del verano, densa hasta entonces, se aligeraba y adquiría una acuidad a través de la cual los sonidos eran casi dolorosos, punzando la carne como la espina de una flor. De las hojas mojadas, de la tierra húmeda, brotaba entonces un aroma delicioso, y el agua de la lluvia recogida en el hueco de tu mano tenía el sabor de aquel aroma… (El otoño. Luis Cernuda)
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(Carreter, 1995). Carreter, Fernando Lázaro Literatura Española, Anaya, 1995.
(Carreter y Tusón, 1988) Carreter, Fernando Lázaro y Vicente Tusón. Literatura Española, Anaya, 1988.
(RAE, 1992) Real Academia Española. Diccionario de la Lengua Española, 1992.
IMPORTANCIA Y TRASCENDENCIA DE LAS OBRAS DE CERVANTES
En el mundo actual, en todo conocedor de la existencia de Cervantes, existe una duda o inquietud, basada en el desconocimiento de las razones de la importancia y trascendencia de su obra, y del aporte de la misma a la lengua española. Esta inquietud, que expresan incluso personas que han leído las obras de este autor, obedece a que se ha divulgado el juicio de que el autor del "Quijote" es el escritor más importante o el máximo exponente del idioma español, pero no se han explicado claramente las razones.
Por otra parte, generalmente se ha tratado de enfocar la labor de Cervantes con una visión contemporánea y, en consecuencia, se le compara con los escritores posteriores a él, lo cual es un error injusto que suele cometerse con todos los hombres que han hecho aportes a la cultura o al desarrollo de la civilización a través de la historia.
Una hazaña, un invento, una idea, un espíritu, un hombre sólo recibe justa valoración si se le compara con sus contemporáneos. La comparación "extemporánea" es provechosa y justa sólo si se comparan también todas las circunstancias del mundo en que han vivido dos hombres. Y aun así, suele ocurrir que hombres de épocas pasadas sobresalgan más, en su campo, que muchos de los de hoy. Tal es el caso de Cervantes.
La evolución del lenguaje español después de Cervantes ha sido muy notoria; el cultivo y enriquecimiento de su lengua ha sido amplio, innovador y asombroso. ¿Cuáles son entonces las causas de la importancia y trascendencia de la obra de este autor?
Para empezar, Cervantes, nacido en 1547 y muerto el 23 de abril de 1616, desarrolló su obra en el período de transición entre el Renacimiento y el Barroco, un momento de crisis ideológica en las artes, en las ciencias y en la vida misma del hombre europeo, especialmente del hombre español.
También es justo señalar que Miguel de Cervantes Saavedra fue un hombre que no recibió una educación especial y, acaso, ni siquiera una educación regular; y además, un hombre con una vida exenta de recursos y llena de tropiezos. Con todo y eso, Cervantes se ingenió para buscar los caminos de acceso al saber y para conocer y asimilar de manera casi perfecta la forma de ser, de actuar y de pensar del hombre de su tiempo; por ello supo dejarnos como legado una obra casi invaluable, en la cual escritores, críticos, lingüistas, historiadores, filósofos, psicólogos y sociólogos de las épocas posteriores a él (en especial los del siglo XIX) han ido descubriendo y reconociendo cada vez con más énfasis y asombro diferentes valores, aún de gran impacto en nuestra época. Veamos algunas razones:
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El Quijote es la obra cumbre de la literatura española hasta el siglo XVII y una de las obras clásicas más famosas en todo el mundo. Ha sido editada miles de veces; es la obra más editada en español. Ha sido traducida a todas las lenguas cultas del mundo.
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Cervantes introduce en España la primera novela moderna debido al dominio de la prosa narrativa y a la caracterización realista de los personajes.
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Demuestra gran dominio en la caracterización de personajes. Crea prototipos de caracteres psicológicos, caracteres que se definen por sí solos, escapan de la pluma del autor, adquieren personalidad propia, parecen personajes de carne y hueso que actúan guiados por un determinismo interno (razón, pasiones, ideales). Crea personajes ficticios con todas las contradicciones, dudas, desventuras , alegrías y tristezas propias de seres reales Ejemplos de prototipos de caracteres: realista, idealista, honrado, pícaro, fiel, traidor, cómico, trágico.
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Representa en su obra, de manera profunda y con gran comprensión humana, los dos planos que se enfrentan en el ser humano de todos los tiempos: realismo e idealismo, expresados fundamentalmente en los protagonistas Don Quijote y Sancho, pero también en los demás personajes, en los escenarios, en las acciones, en los temas e incluso en el lenguaje. Don Quijote y Sancho son símbolos del hombre universal.
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Plantea y defiende altos valores e ideales: el amor, la fidelidad, el valor o valentía, la honradez, la sinceridad, la justicia, la libertad, el bien, la fidelidad.
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Representa la crisis ideológica del período de transición entre el Renacimiento y el Barroco, es decir, el cambio de mentalidad que experimenta la sociedad española de ese momento.
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Para los románticos (siglo XIX) don Quijote se convirtió en bandera del idealismo, en símbolo del hombre con fe que lucha por su verdad y por la libertad, sin acobardarse ante los tropiezos y derrotas.
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Cervantes es quien mejor pinta los diversos escenarios, niveles sociales, tipos de personas, modos de hablar, formas de pensar, etc. de la España de su tiempo.
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Cervantes cultiva todos los géneros literarios (con especial éxito en la narrativa) y domina todos los estilos renacentistas. Sólo en el Quijote están presentes todos los géneros y estilos renacentistas.
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Su obra es el mejor modelo de lenguaje hasta entonces. Fija formalmente el idioma, pues es el registro más completo y correcto del idioma español.
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La obra de Cervantes es importante por su amplitud de léxico: sólo en el Quijote Cervantes utiliza 12,372 acepciones. La cantidad de acepciones del Quijote no las posee ningún hombre culto de hoy día: un hombre culto de hoy usa sólo de 5000 a 7000 acepciones.
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El Quijote puso fin a los libros de caballería, literatura fabulosa, para Cervantes improductiva y mal escrita.
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El valor humano de su obra: moral, espiritual, cívico, filosófico, psicológico, etc. Destacan en este aspecto el impulso ideal de don Quijote y el sentido común de Sancho.
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El valor documental de su obra: social, histórico, geográfico, religioso, político, económico, etc.
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En sus obras se encuentran pensamientos, reflexiones y refranes que aún hoy día son vigentes.
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Cervantes escribe con gran sentimiento, inteligencia, imaginación y comprensión humana.
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Demuestra gran dominio de los diálogos y descripciones.
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Cervantes es un perfecto conocedor de la prosa renacentista, la cual combina con un idioma natural y sencillo.
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El Quijote y otras obras de Cervantes constituyen obras extensas en las cuales se intercalan relatos interpolados, novelas cortas, dramatizaciones, poesías, razonamientos, diálogos, discursos, sentencias, pensamientos, refranes, etc., de valor universal permanente. En el Quijote están presentes todos los estilos y géneros cultivados hasta ese momento.
René De León G.
Panamá, 2005.