Aquella genial pureza, maldad en potencia, tornábase ya en luto angelical,

y el viento veraniego reñía con las copas de los árboles,  que eran cáscaras y cáscaras musicales… música vieja y desconocida,música de tiempos perdidos en nuestras memorias, tétrica música con olores a flor de madroño,

mariposas blancas que pretendían la perennidad,

flores que perfumaban kilómetros y kilómetros de aquellas viejas sabanas disparejas y repletas de bledo y ortiga.

 

Conversábamos sobre la flor del madroño, sobre los caracoles que coleccionábamos;

hacíamos una fogata y regresábamos al pueblo embriagados por el perfume de la flor del madroño y con la mente centrada en los blancos tapetes que pendían de las ramas de aquel árbol del monte.

 

 

 

 

 

 

 

 

Y el viento veraniego seguía riñendo con las copas de esos árboles, que eran cáscaras y cáscaras musicales, mariposas blancas...

música vieja y desconocida, música de tiempos encontrados en nuestras memorias,

exótica música con olores a flor de madroño, mariposas blancas que pretendían la perennidad, flores que perfumaban kilómetros y kilómetros de aquellas viejas sabanas disparejas y repletas de amor y de vida.

 

 

René De León G.

24 de noviembre de 1978